«Hay una grieta en todo, así es como entra la luz».
Leonard Cohen

Comparto un maravilloso testimonio que me hace llegar alguien que he tenido la oportunidad de acompañar en este camino.

Para cualquier persona que esté sufriendo una depresión a la que mis palabras puedan ayudar

Quisiera comenzar diciéndote que no estás solo y que creo en ti. 

Mi historia es increíble pero cierta y cómo me siento ahora que te la estoy contando, es cómo me gustaría que llegaras a sentirte tú. 

El camino no será fácil, no quiero engañarte y la depresión es algo que estará ligado a ti para siempre, pero llegará un momento en el que encontrarás el equilibrio y entenderás cómo este proceso te ayudará a mejorar tu día a día.

Eso sí, debemos ser precavidos ante cualquier señal que ya conocemos para no recaer en los extremos y seguir en armonía.

En mi caso me ha llevado unos cuatro años, quizás algo más, pero te aseguro que el resultado de la ayuda que he recibido merece la pena. Considero que la vida me ha dado una segunda oportunidad y la estoy aprovechando al máximo.

Si en algún momento sientes lo que te voy a relatar, lo primero que deberías hacer es pedir ayuda profesional. Yo la he tenido a través de un psiquiatra y un psicólogo que, literalmente, me han salvado la vida y a los que estaré eternamente agradecida. Entiendo que es necesario que se complementen para poder avanzar.

Comprendo que si estás en la primera fase donde empieza la depresión, el efecto de los medicamentos es tan fuerte que te impide reaccionar o pensar con claridad, pero poco a poco tu cuerpo lo va asimilando y es entonces cuando la ayuda psicológica se hace fundamental.

Mis primeros y terribles miedos con los que quizás te identifiques fueron:

• Pérdidas de memoria.

• Ataques de ansiedad y de pánico.

• Insomnio

• Miedo a que se me acercara cualquier persona.

• Miedo a andar sola de noche. 

• Imposibilidad de coger el transporte público. 

• No reconocerme ante el espejo.

• Pensar que todo el mundo por la calle me miraba y que hablaban mal de mí, que me consideraban una persona horrible. 

• Miedo a estar en aglomeraciones. 

• No soportar determinados sonidos como un simple grupo de música tocando en la calle. 

• Una inmensa tristeza.

Además de todo esto:

• Quería permanecer en mi casa o en mi cuarto lo más a oscuras posible.

• No tenía apetito.

• No tenía ilusión. 

• Yo, que siempre había sido una apasionada de la informática, sentir una ansiedad indescriptible al estar ante el ordenador. 

• Pensaba que no tenía derecho a sentirme feliz con nada. La música, que siempre había sido mi gran pasión, creía que no podía siquiera plantearme escucharla.

• Quería dejar de existir.

Ahora mismo me siento infinitamente afortunada y te explicaré por qué. Piensa en todo lo que te he descrito anteriormente y con lo que seguro te reconoces e imagina que casi todo ¡¡DESAPARECE!!

Y ¿cómo desaparece?. Gracias a una terapia lenta pero efectiva.

Por fin he entendido que lo más importante en mi vida es estar bien y de esta forma estoy cultivando lo que me hace sentir una paz inmensay es tomarme la vida con mucha calma, saber que las cosas que nos preocupan no se suelen materializar y sólo debemos ocuparnos cuando suceden, de otra forma estaremos sufriendo continuamente. Otra cosa importante es tener nuevas ilusiones, en mi caso las estoy desarrollando gracias la música, al Taichi y al ejercicio físico moderado.

Todo esto a su vez hace que cada vez socialice más, eso sí, escojo a las personas con las que quiero compartir mi tiempo, personas que no me transmitan negatividad y, sobre todo, que me respeten.

Dedico tiempo de calidad a mi familia, a mis amigos, a mis seres queridos. Me lo dedicaron cuando apenas podía comunicarme con ellos, tuvieron una paciencia infinita y les adoro por eso.

Ahora disfruto de la naturaleza, de los amaneceres y puestas de sol, de un paseo por el monte, de un baño en el mar y cada día doy gracias de verdad por todo lo que ahora mismo me hace feliz.

Lo que me hace feliz además no es sólo esto que te cuento sino saber cómo ir afrontando las dificultades que se me presentan cada día.

Es muy importante también no tener en cuenta lo que los demás piensan sobre nosotros o lo que creemos que piensan. Aprender a decir no y, sobre todo, querernos mucho…

No me importa que ya no pueda realizar cosas que hacía antes que iban ligadas a mi profesión. La depresión seguramente me salvó de un ictus o de algo más terrible y, como mencioné anteriormente, me ha hecho descubrir la vida desde otro prisma: el prisma de la calma mental, de la paz interior, del amor, la salud y el agradecimiento. Jamás imaginé que volvería a cantar, a bailar, a disfrutar de un concierto, a viajar a aprender, a tener nuevas ilusiones, a ser inmensamente feliz por seguir viva.

Esto lo he logrado gracias a mi terapia psicológica. 

Para terminar te deseo de corazón que puedas alcanzar pronto la situación en la que me encuentro ahora mismo o como mínimo aquella que te permita tener una paz inmensa y amar y disfrutar la vida porque ¡¡MERECE LA PENA!!

                ¡¡Un abrazo enorme!!

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