De la misma forma que la riqueza es poder, todo poder atrae infaliblemente hacia sí la riqueza por uno u otro medio.

Edmund Burke

Oportunidad frente a responsabilidad

“Tener mucho poder implica tener mucha responsabilidad”, al menos esto es lo que le decía el tío de Spiderman al nuevo superhéroe.

En un reciente estudio desarrollado por Kai Sassenberg y sus colegas en Alemania, se concluye que las personas se sienten más atraídas por el poder cuando lo perciben como una oportunidad que cuando lo perciben como una responsabilidad.

Parece lógico ¿o no?. La posibilidad del poder, influenciar a los demás apenas sin pretenderlo, ser capaces de sentir como lo que decimos despierta admiración, es algo difícil de rechazar. Nos produce una sensación tan placentera que la consabida letanía “la erótica del poder”, adquiere un significado muy concreto en aquellas personas que lo experimentan, aunque sea por unos instantes.

Resulta muy difícil abstraerse de esa sensación de control que siente la estrella del rock cuando aparece en un escenario y el público prorrumpe en aplausos, gritos, sollozos y demás. Experimentar esto de forma continuada puede llevar a percibirse a uno mismo como alguien superior o, lo que es peor, sentir que los demás, aquellos sobre los que tenemos poder, son inferiores.

Las pataletas de la estrella cuando no le traen el agua de la marca que deseaba o la sorpresa del político o famosillo que no es reconocido por la calle, son claros ejemplos de la influencia que tiene el poder sobre la persona. De alguna manera parece que hablamos de un proceso de dependencia.

Si el poder es mas atractivo cuando se construye como una oportunidad deriva de la sensación que produce en el que lo ostenta de tener la posibilidad de hacer prácticamente lo que quiere, de ser imparable, como en algún momento se percibe a si mismo el superhéroe anteriormente señalado. La segunda parte del consejo que le proporciona su tío aparece a kilómetros de distancia emocional. La frase podría quedar entonces en “a medida que adquieres más poder tienes ………. ¡más poder!.

La importancia que se da a la oportunidad crea un ciclo destructivo, ya que aquellos que obtienen oportunidades a medida que acumulan poder se van distanciando más y más de la responsabilidad consiguiendo, de alguna manera, sentir que no tienen ninguna o poca, incluso aunque este fuera su primer objetivo.

La influencia de este modelo de oportunidad frente al de responsabilidad es contagiosa.

La presencia en los medios de comunicación de personas centradas en construir una marca personal o tratar de obtener mas poder por encima de aquellas personas que utilizan su poder para apoyar las libertades civiles o ayudar a aquellos que lo necesitan, encandila de tal manera que, en los últimos años, hemos vivido el advenimiento de multitud de plataformas que lejos de propiciar poder a costa de esfuerzo personal, han catapultado a la fama y por ende, al poder, a todo tipo de personajes cuyos méritos son difícilmente clasificables.

El “efecto halo”

Añadido a todo esto o quizás en parte para poder entender el poder que algunas personas adquieren, nos encontramos con el “efecto halo”, un curioso mecanismo psicológico por el cual a determinadas personas que, en un ámbito de su vida son relevantes, se le suponen muchas otras características que, a menudo, no poseen.

El “efecto halo” es un clásico de la psicología social. Las evaluaciones globales acerca de alguien (es agradable) derivan en juicios específicos acerca de rasgos específicos (es inteligente). De esta forma, encontramos que a determinados políticos, artistas, o personajes públicos les asignamos virtudes o conocimientos que es muy probable que no respondan a la realidad. Como a menudo son atractivos asumimos que son inteligentes, amistosos o tienen buen juicio. Esto ocurre aunque tengamos a veces muchas evidencias de lo contrario.

Los políticos utilizan el “efecto halo” tratando de aparentar calidez y cercanía, sin que realmente estén transmitiendo nada. Tendemos a pensar que sus políticas serán buenas porque parecen buenas personas.

Aparentemente, deberíamos tener la posibilidad sencilla de revertir este proceso que nos ha llevado a una conclusión errónea, especialmente cuando comprobamos que el actor (o actriz) agradable no es tan inteligente como pensábamos y que, el político (o política), “creíble”, no lo es tanto.

Pero no ocurre así. El término en sí fue acuñado por Thorndike en el año 1920 a partir de sus investigaciones en el ejercito en donde observó la tendencia de los oficiales a atribuir una serie de características positivas a sus superiores a partir de una sola cualidad positiva o a valorarlos negativamente a partir de una única cualidad negativa.

En los años 70, Nisbett y Wilson realizaron un experimento donde a dos grupos de estudiantes se les mostró a un profesor dando sus clases. En un video éste se mostraba autoritario y distante mientras que en el otro se comportaba de manera cordial y afable. Los estudiantes que vieron al más profesor mas positivo lo calificaron como una persona simpática y atractiva mientras que los que lo vieron en “negativo” lo describieron como poco agradable o agraciado.

Lo verdaderamente curioso fue que los estudiantes consideraron que la actitud del profesor no estaba incidiendo en cómo evaluaban su atractivo físico.

La comprensión de la influencia que el poder puede tener sobre nosotros y como llega a manipularnos y a manipular a los demás exige un enfoque crítico y creativo de nuestra propia vida.


3 pensamientos

  1. Una de las mayores trampas que el ser humano tiene es su propia vanidad y la creencia de que éxito y poder son eternas amistades incondicionales que nos van a acompañar siempre en nuestro camino. Como bien dices Leocadio, el poder es destructivo y dañino a largo plazo porque mientras se tiene y se saborea es una adicción irresistible. Entiendo que la mejor manera de no ser esclavo de estas sensaciones es equilibrando la autoestima, es decir, siendo consciente y sintiéndonos orgullosos de nuestras capacidades pero al mismo tiempo saber cuales son nuestras limitaciones y nuestros miedos. Conocerlos, saber que están ahí y a partir de esta conciencia, trabajarlos. Desde esta perspectiva constructivista del ser, quizá el poder no se convierta en una sensación esclavizante y manipuladora y por el contrario se sustituya por una sana sensación de amor hacia uno mismo que nace de trabajar de forma adecuada nuestro autoconcepto. felicidades por el artículo

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.