El coraje no es la ausencia de miedo, sino el juicio de que algo es más importante que el miedo.
Ambrose Redmoon

Cuando alguien nos dice que hemos cambiado, nos surge una pregunta: ¿querrá decir para bien o para mal? Intentamos averiguarlo fijándonos en el contexto de la conversación, en el momento o, simplemente, pidiéndole que nos lo aclare.

Porque lo cierto es que cambiar, no siempre tiene buena prensa. Lo aplicamos cuando alguien se le agria el carácter, deja de se una persona buena o, cuando ya no actúa como nos tenía acostumbrados o esperábamos que hiciese. Podemos decir que notamos que alguien ha cambiado cuando no cumple lo que nosotros preveíamos que iba a ser. Paradójico ¿verdad? Definimos los cambios de las personas basándonos en nuestras expectativas. Algo que, generalmente, no está fundamentado más que en nuestros juicios. Algo que no tiene que ver con la realidad de la otra persona.

Los cambios son procesos naturales. Se producen en las personas, en las comunidades y en los países. Lo que falla no es el cambio. Lo hace nuestra resistencia (e incomprensión), del mismo.

Ya hace unos pocos años, alguien me dijo que -no creía en los ordenadores-, que iba a ser una moda pasajera y que se quedaría en algo residual en nuestras vidas. Desde luego, ¡dió plenamente en el clavo!, con su predicción.

Lo que escondía esta sentencia no era más que el miedo al cambio que todas las personas compartimos. Culturalmente, nos inculcan esto. Buscar la estabilidad. Que nada cambie. Aunque pueda ser para bien.

La implicación que tiene en nuestras vidas es tremenda. Dedicamos mucho más tiempo a resistirnos a cambiar, que a intentar hacernos con él. Con las implicaciones psicológicas que esto tiene. Porque, paradójicamente, si nada cambia, nos aburrimos, nos ponemos tristes o, todavía más, nos deprimimos y no le encontramos sentido a la vida.

Por esto es tan importante entender que es mucho más sencillo subirse a la ola de los cambios inevitables, tratar de comprenderlos, buscar nuestro lugar en ellos, y protagonizar la parte que nos toque, que resistirnos a algo que ocurrirá. Con o sin nosotros.

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