Por bien que uno hable, cuando habla demasiado acaba siempre por decir una necedad.
Alejandro Dumas

 

Soy consciente de lo que pido. Pero les confieso que, en ocasiones, me cuesta mucho no opinar sobre el atrevimiento, la inconsciencia, falta de profesionalidad o, simplemente, caradura, de algunas personas.

¿A qué viene esto? Me explico. Siempre ha habido intrusismo profesional. En muchas ocasiones, provocado por charlatanes de la más diversa índole, que invaden los espacios profesionales de otras personas.

Desde implantes en peluquerías a masajes sin tocar a la persona, el ser humano es muy imaginativo en su capacidad para engañar y dejarse estafar. En psicología ocurre otro tanto de lo mismo. Estamos viviendo una invasión de pseudopsicología, sin precedentes. Hay quien da consejos con cursos de fin de semana, quien promete soluciones en un pis pas, y quien asegura que esto lo aprendió en la “universidad de la vida”.

Podríamos decir que cada uno es libre de opinar lo que le plazca o de ir a que le resuelvan su problema a donde quiera. No lo discuto. En absoluto.
Pero, y no nos equivoquemos, si ponemos nuestra salud mental en manos de quien no está preparado para manejarla, corremos unos riesgos que pueden ser fatales. Y no nos podremos quejar.

Por otro lado -y esto es una autocrítica-, desde nuestra práctica como profesionales de la psicología, también debemos ser muy conscientes de cuales son nuestros límites y compromisos.

Así como no podemos recetar medicación, tampoco podemos hacerlo con otras áreas del bienestar que no son de nuestra competencia. Por ejemplo, el ejercicio físico, el deporte o la alimentación. Recordemos que estas, y muchos otros aspectos de la salud, no son nuestra especialidad.

O dicho de otro modo ¡Prediquemos con el ejemplo! Siendo serios es de la única forma que podremos reclamar seriedad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *