La raza humana solo tiene un arma verdaderamente efectiva, y es la risa
Mark Twain

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Recuerdo, ya hace un montón de años, que llegué a casa compungido, porque en el colegio habían descubierto que era estrábico y me comenzaron a llamar bizco. Mi abuelo Vicente, al que adoraba y a quien me fui a quejar me dijo “es cierto, por eso tienes gafas para ayudarte a corregirlo”, y añadió, “y unos padres y abuelos que te quieren mucho y se han preocupado para que pudieses tenerlas”.

A continuación me abrazó y me dijo que me quitase las gafas y me mirase al espejo (en aquella época mi pérdida visual me lo permitía, jajaja). “¿Tú ves que tus ojos tengan algún problema?”. Le contesté que no, que no lo veía. “Pues eso, por esto llevas gafas”.

 

 

1914675_1166141026309_5763072_n.jpgLuego me dio un valiosísimo consejo. Me dijo: “la próxima vez que te lo digan, responde con una carcajada”.

Es algo que recuerdo como si fuese hoy. Además de hacerlo, adquirí la habilidad para “torcer” el ojo estrábico a voluntad. Con lo que, además de reírme, me quitaba las gafas y les obsequiaba con una desconcertante mirada. No recuerdo que esto durase mucho. Es más, si me preguntan, solo me acuerdo del consejo de mi abuelo.

La risa es uno de los regalos de la vida. En ocasiones, consigue desactivar nuestras complejas circunstancias vitales, trayéndonos a una consciencia de existencia, difícilmente comparable a cualquier otro efecto. Es como una fuerza que hace que salgamos de bucles de pensamientos negativos y recurrentes, permitiéndonos ver las cosas desde un punto de vista, en cierto modo, más limpio.

No hay nada más satisfactorio que reírnos hasta que nos duela el estomago. Es liberador. Y si además lo hacemos en compañía, todavía lo es más. Reír juntos, crea vínculos, rompe barreras, abre la mente. Es algo sorprendente.

La risa, como hemos dicho, es terapéutica. Y si aprendemos a hacerlo de nosotros mismos, resulta algo mágico. Es una vacuna contra el dramatismo, la rigidez, la intolerancia hacia, especialmente la propia …

Tiene unos efectos increíbles para el cultivo de la autoestima y la autocrítica. Además de ser una poderosa vacuna contra quienes intentan reírse de nosotros. Enseñarla desde pequeños es algo esencial. Como hizo mi abuelo Vicente.

 

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