Si quieres ser respetado por los demás, lo mejor es respetarte a ti mismo. Sólo por eso, sólo por el propio respeto que te tengas, inspirarás a los otros a respetarte.
Fiódor Dostoievski
La lucha para establecer límites en nuestras relaciones y en la vida en general es una de las cuestiones más comunes cuando hablamos de las interacciones entre personas. Muchas personas manifiestan no saber como hacerlo y verse, en muchas ocasiones, en situaciones en las que no quieren estar. Son momentos en los que te encuentras haciendo algo por alguien, de forma continuada, sin querer hacerlo o sin que te lo agradezcan. Parece como si ya fuese tu obligación, aunque no sea así.
Cuando tenemos límites poco claros, es prácticamente imposible que prioricemos nuestras necesidades, deseos u obligaciones. Estamos siempre en último lugar de la lista. Para muchas personas los límites personales resultan difíciles de establecer por su propia historia educativa. Nos han enseñado que es egoísmo. Estos límites y situaciones presentan, además, un problema añadido: en muchas ocasiones son invisibles, pueden variar y son únicos para cada persona
Para poder cambiar esta situación y aprender a quererte más, es vital que entiendas y expreses tu límites, ya que te protegen y te ayudan a cuidar de ti mismo. Tenerlos (y mantenerlos) es una parte vital de las relaciones felices y saludables, especialmente las románticas.
Estas fronteras, establecen donde terminas tu y donde comienza la otra persona, tanto física como emocionalmente. Tenerlas y mantenerlas es un acto de respeto hacia ti. Cuando no es así estamos, básicamente, cediendo nuestro derecho a elegir, a decidir.
Como hemos dicho, nuestra habilidad para establecer límites, especialmente en las relaciones amorosas, está profundamente influenciada por lo que hemos vivido en nuestra familia. Veíamos a nuestra madre estar siempre a disposición de todos y no la recordamos haciendo cosas que fueran propias. Esto nos condiciona a pensar que esa es la forma correcta. Que así es como debe ser para que todo vaya bien en nuestra familia.
Los límites personales van de cambiar esto. Reflexionando sobre ello y decidiendo que tipos de comunicación, conductas o interacciones son aceptables o no. Si no lo hemos aprendido de pequeños, esto es un verdadero reto. Si ponemos unos límites muy difusos, nos encontraremos permitiendo que otras personas se los salten una y otra vez. Si establecemos unos muy rígidos, tendremos serios problemas de intolerancia y de control. El primer paso de este, no nos equivoquemos, difícil camino, es la conciencia de que tenemos que iniciarlo.
A partir de ahí, podríamos comenzar haciéndonos unas sencillas preguntas que nos pueden ayudar a saber -y a cambiar- nuestros límites personales para que sean saludables.
La primera es: ¿dices que si cuando realmente quieres decir que no?. Aunque no siempre hacer algo que no deseas, significa que no tengas límites, valorar porque hacemos algo que no queremos, debe formar parte de esta conciencia para cambiar. Puede ser algo en el trabajo, o por nuestros hijos. Siempre que no tengamos la sensación de que es una obligación, sino una elección, estaremos trabajando por nuestros límites saludables.
Una segunda pregunta a hacernos es si nos disculpamos con frecuencia. ¿Lo hacemos aunque no lo sintamos?¿Realmente estamos enfadados? Un indicador de limites poco saludables tiene que ver con sentirnos responsables de la felicidad de otras personas, siempre. De querer continuamente su aprobación. Si queremos cambiar, no podemos disculparnos por hacerlo.
Relacionada con la anterior pregunta, esta el intentar evitar la confrontación. No queremos que las otras personas se molesten y cedemos a la primera de cambio en nuestro intento de recuperación de nuestro espacio vital. Es complicado cuando los demás no están acostumbrados a que lo hagas.
Establecer nuestros límites personales es un trabajo complejo. Pero se puede conseguir con paciencia y con perseverancia. En muchas ocasiones, veremos caras de sorpresa y asombro por parte de quienes no están acostumbrados a ello. ¡Buena señal! Lo estás consiguiendo.
Genial, gracias!!!