Ya no estamos en la era de la información. Estamos en la era de la gestión de la información.
Chris Hardwick
Las noticias falsas o «Fake News», se han convertido en un fenómeno que va más allá de la manipulación que se pueda pretender con ellas. Es cierto que resulta preocupante pensar que la opinión pública se esté corrompiendo con la producción de mentiras orquestadas para conseguir cambios de opinión, inclinar votos o incitar al odio. Pero hoy quiero ir un poco más allá. En la incidencia que este tipo de prácticas puede estar teniendo en nosotros a nivel individual, diría que casi íntimo.
Es cierto que existen muchas guías que nos ayudan a saber distinguir cuando una noticia es falsa -o mal intencionada-, o no. Ese no es el problema. Es la inseguridad que provoca la continua duda sobre lo que nos envían por mensajería instantánea, redes sociales e, incluso, algunos medios de comunicación y personajes influyentes.
Esto consigue que nos sintamos inseguros, indecisos y en cierta forma puede llegar a paralizarnos o a conseguir que tomemos decisiones totalmente erróneas o contraproducentes. Esta ocurriendo con la salud, donde charlatanes nos están haciendo cuestionar procesos de tratamiento basados en la evidencia científica. O en los ámbitos de la seguridad, en los que nos pueden hacer cuestionarnos indicaciones o consejos que nos ofrecen los servicios públicos en una situación de emergencia. Y otras muchas situaciones que nos llevan a una sensación de indefensión que puede provocar que tomemos decisiones totalmente contraproducentes y peligrosas. Incluso para nuestra vida.
Por ello, en estos momentos de bombardeo de insensateces, se hace necesario más que nunca que establezcamos redes seguras de información, tanto a nivel individual como de nuestra comunidad, entre nuestros amigos y amigas, y también con las personas con las que nos relacionamos habitualmente. Es la única manera de contrarrestar una oleada de desinformación que puede causarnos una desazón continua.