El fanatismo religioso o ideológico, un tipo de mentalidad estrecha, agresiva y etnocéntrica, se encuentra detrás de decenas de actos de violencia que nos sacuden semana a semana. Si es verdad que las religiones contienen en su centro un mensaje de amor, tolerancia y paz universal, ¿Cómo es posible que en nombre de la religión se destruya, se persiga, se excluya, se mate? ¿Es posible trascender nuestras diferencias religiosas, raciales, ideológicas, culturales, y caminar juntos hacia la co-creación de comunidades más inclusivas, respetuosas y compasivas?

El 12 de noviembre del año 2009 se publicó un notable documento tras de meses de trabajo en colaboración entre líderes de diversas religiones e importantes pensadores a nivel mundial. Este documento fue llamado “Carta por la Compasión” (The Charter of Compassion) y surgió a partir de la motivación de Karen Armstrong, una mujer que fue monja católica hace algunas décadas y que actualmente es una de las pensadoras e investigadoras más destacadas en el tema del rol de las religiones en el mundo actual. El año 2008, Karen Armstrong obtuvo el premio TED, un reconocimiento que se entrega anualmente a tres individuos excepcionales, cada uno de los cuales recibe 100.000 dólares y, lo que es más importante, la concesión de “un deseo para cambiar el mundo”.

El deseo de Karen Armstrong para cambiar el mundo consistió en crear de manera colaborativa, interreligiosa e intercultural una Carta por la Compasión, un documento acerca del valor esencial del respeto básico a todos los seres humanos, independientemente de las diferencias raciales, sexuales, culturales y religiosas. Este principio básico es compartido por todas las religiones del mundo y a menudo se conoce como la “regla de oro”: Tratar a los demás como te gustaría que te traten a ti.

La creación de la carta comenzó con un proceso abierto de escritura a nivel global. Las ideas compartidas iniciaron un diálogo que continuó mientras se finalizaba y lanzaba la carta en el sitio web http://www.charterforcompassion.org. Gente de todas partes del mundo han participado en esta carta y también importantes pensadores procedentes de diversas tradiciones y culturas han colaborado con pasión, entendimiento, convicción intelectual y esperanza.

Te invito a que te tomes un momento para leer la Carta por la Compasión, y ve si resuena con lo que aspiras para ti y para el mundo. (Haz click aquí para descargar una versión amable para impresora).

Carta por la Compasión

El principio de compasión permanece en el corazón de todas las tradiciones religiosas, éticas y espirituales, y siempre nos pide tratar a los otros como nos gustaría ser tratados. La compasión nos impulsa a trabajar sin cansancio para aliviar el sufrimiento de nuestros semejantes; nos motiva a dejar de lado el egoísmo y aprender a compartir y nos pide honrar la inviolable santidad de cada ser humano, tratando a todos, sin excepción, con absoluta justicia, equidad y respecto.

Es además necesario en la vida pública y en la privada abstenerse de causar dolor de manera sistemática y categórica, actuar o hablar de manera violenta, obrar con mala intención, manejarse priorizando el interés personal, explotar o denegar los derechos básicos e incitar al odio denigrando a los otros – aunque sean enemigos – actuar de manera contraria, implica negar nuestra humanidad. Reconocemos haber fallado en vivir con compasión y sabemos que alguien ha incluso incrementado la miseria humana en nombre de la religión.

Por eso pedimos a hombres y mujeres ~ restaurar la compasión al centro de la moralidad y de la religión ~ volver al antiguo principio que afirma que cualquier interpretación de la escritura que incite a la violencia, el odio o al desprecio, es ilegítima ~ garantizar a los jóvenes una información positiva y respetuosa sobre otras tradiciones, religiones y culturas ~ estimular a una positiva apreciación de la diversidad cultural y religiosa ~ cultivar una empatía consecuente con el sufrimiento de los seres humanos, hasta con aquellos que consideramos enemigos.

En nuestro mundo polarizado hay una necesidad urgente de transformar la compasión en una fuerza clara luminosa y dinámica. Arraigada en la determinación de trascender el egoísmo, la compasión puede romper las fronteras políticas, dogmáticas, ideológicas y religiosas. Nacida de nuestra profunda interdependencia, la compasión es esencial para las relaciones humanas y para la realización de la humanidad. Es el camino hacia la claridad, indispensable para la creación de una economía justa y de una comunidad global y pacifica.
Esta carta puede ser afirmada de manera individual, grupal o colectiva, sirviendo precisamente como un mapa de navegación al cual acudir para planificar nuestras acciones y proyectos desde la intención profunda de aportar al alivio del sufrimiento individual y colectivo. Naturalmente, la carta no es algo que se cumple o no se cumple 100%, más bien funciona como una estrella guía, una dirección hacia la cual encaminarnos y hacia donde redirigir el rumbo cada vez que sea necesario. Desde que Karen Armstrong lanzó la Carta por la Compasión el año 2009, más de 100.000 de personas la hemos firmado, tomando así el compromiso público de incorporar la compasión como un valor central en nuestras vidas.

También a partir de la Carta por la Compasión ha surgido un movimiento de Comunidades y Ciudades Compasivas, en donde una comunidad, pueblo o ciudad puede afirmar la Carta por la Compasión. Aunque cualquier persona puede iniciar el proceso de crear una comunidad compasiva, la idea es que el proceso sea diseñado e implementado por un grupo diverso e inclusivo de personas de una comunidad de manera que la diversidad de voces y necesidades de la comunidad sean escuchadas y tomadas en cuenta. Las ciudades y comunidades que toman el compromiso de transformarse en ciudades o comunidades compasivas comienzan por identificar los problemas que enfrenta la comunidad y que necesitan ser abordados desde la mirada y la acción compasiva. Por ejemplo, una comunidad puede tomar conciencia de que tiene problemas importantes respecto a la inclusión de las minorías raciales, religiosas o sexuales. Otras comunidades pueden detectar problemas de violencia de pandillas, la ausencia de un sistema de salud o de pensiones que realmente sirva a las personas, o la falta de áreas verdes en zonas más vulnerables. Hasta ahora hay 62 ciudades a nivel mundial que han firmado la carta por la compasión y otras 284 que se están organizando para crear un plan de acción compasivo (ninguna de ellas es Chilena, todavía).

El movimiento de las ciudades compasivas es altamente necesario, muy importante en el mundo actual. Creo que globalmente necesitamos una actitud más compasiva. – XIV Dalai Lama

La idea que subyace a la creación de una comunidad compasiva es que detrás de los conflictos, las desigualdades, la aparente indiferencia de nuestras sociedades modernas, corre un río profundo de compasión y amor, que no es otra cosa que el deseo básico humano de ser felices y estar libres del sufrimiento, unido a la toma de que esto no es posible mientras sabemos que hay otros que sufren. Esta fuente de recursos está esperando ser activada y liberada en forma de acción efectiva que alivie el sufrimiento donde sea que exista.

No nos confundamos: esta idea es más pragmática que romántica. A partir de la investigación psicológica y neurológica disponible hoy en día, sabemos que la compasión es un ingrediente fundamental para mantenernos sanos y resilientes, tanto a nivel individual, relacional y colectivo. Esto se ha visto confirmado por la experiencia inicial de las ciudades que han afirmado la Carta por la Compasión (ver por ejemplo, la experiencia de Luisville o de Seattle), ciudades en donde desde el alcalde hasta los ciudadanos han ido incorporando un modo distinto de interactuar y de resolver los problemas que refleja el valor de la empatía y la compasión. El Instituto Internacional para las Ciudades Compasivas se creó con el Premio TED y ofrece capacitación presencial y online a personas y grupos que se embarcan en el proyecto de convertir sus ciudades en ciudades compasivas.

Tal como desarrollar una mente y corazón compasivos trae beneficios personales y relacionales, afirmar la Carta por la Compasión como comunidad, ciudad, región o país puede transformarse en beneficios concretos, tangibles y medibles. En principio, hacerlo puede favorecer el desarrollo de relaciones más sanas entre el gobierno y los ciudadanos, y también entre los mismos ciudadanos, disminuyendo el rencor, la falta de confianza y el cinismo, todo lo cual tristemente se ha vuelto “lo normal”. Sinceramente creo que podemos movernos más allá de “lo normal”, y la Carta por la Compasión puede ser una buena brújula para la aventura.

Original de este artículo en el blog cultivarlamente.com, que te recomiendo seguir

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