Así es como me siento cuando la ansiedad aparece, un diálogo continuo que no tiene palabras, sólo sensaciones, dolores, mareos, taquicardias, hormigueos…, y la mente que intenta ordenar y etiquetar toda esa información procedente del cuerpo.. ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿el pensamiento, la emoción o el síntoma físico?. Cuanto más progresa el trastorno, este límite es más difuso.
La palabra ansiedad, según su significado, es un estado de alteración, desasosiego, turbación, trastorno, conmoción, pulsación, angustia, congoja o zozobra del ánimo. Yo no sabía nada de ello, me pilló por sorpresa, y como todos terminé en un centro de salud la primera vez. Hasta que busqué tratamiento psicológico mi vida fue un continuo ir y venir a médicos y especialistas intentando poner nombre y diagnóstico a mis padeceres físicos.
El cuerpo era un letrero luminoso que no apagaba nunca, y como algunos letreros de neón, emite un zumbido continuo y profundo. Si llevamos el símil al estado ansioso, es difícil vivir con un cuerpo alerta continuamente, que se dispara y emite síntomas de todo tipo.
Quieres controlarlo, sólo entenderlo, y por supuesto, pararlo. Sólo quieres que esa conversación continua con tu cuerpo se interrumpa, para poder tomar un poco «el aire», y oír tus pensamientos entre tanto barullo. Después comienza la toma de conciencia y la búsqueda de ayuda y comprensión.
Buscar un buen terapeuta con el que sentirse cómodo y ponerte a trabajar. Y comprensión por parte de tu entorno para mantener tu ánimo alto y sostenerte cuando dudes o temas. Las dos cosas son complicadas, o lo han sido para mí. Probé varios terapeutas hasta que di con la adecuada, terapia de un año y un trabajo con MAYÚSCULAS de autoconocimiento.
Y en cuanto a mi entorno, sentimientos encontrados y preguntas incómodas, juicios y creencias que no son tuyas: «qué cómo puede ser, con lo alegre y fuerte que tú eres…», y lo peor, esa fuerza de voluntad que todo el mundo te vende y predica, y que en muchos casos no funciona, y sólo te hace sentir culpable. Es algo incontrolable, no hay un interruptor, no hay un truco de magia para alejar las sensaciones físicas y parar tus pensamientos perturbadores.
Y el siguiente ingrediente, la medicación; ahí traspasamos un umbral donde encuentras miradas desconfiadas, nada de entendimiento y en mi caso, que escondas tu pastillero en el fondo más remoto de mi bolso y lo saque en muchos baños diferentes, o cuartos a puerta cerrada. Y ahí sigue el diálogo que comenté al principio, intentando ser compatible con toda la rutina diaria.
A veces este esfuerzo es mayor que el de hacer terapia. ¿Por qué escribo esto?, porque sólo quiero un abrazo en mis momentos limitantes, un «acompañamiento al baño», o una llamada sólo para escucharme. No quiero recetas mágicas, ni consejos sacados de frases hechas. Sólo quiero COMPRENSIÓN y APOYO. En mi caso concreto mi marido ha estado a mi lado, y ha superado con creces mis expectativas. No me juzga, no me interroga, no quiere comprender con la mente racional algo que a veces no puedo explicar, sólo me abraza y me da mimos y chocolate, me sube en volandas al coche y me lleva a sitios que me gustan, aunque en el trayecto llore sin parar, este enfadadísima o mire por la ventanilla como si no estuviera allí.
La terapia es vital, es un trabajo, pero en toda la extensión de la palabra, tardes y noches de tareas, aprender nuevas rutinas, esforzarse y actuar.
Tengo recaídas, pero cada vez tengo más herramientas, y espero poner fin alguna vez y dejar atrás, sin culpa, estas etapas.
Sólo escribo para reflexionar en alto, y si sirve de algo para alguien, contenta y feliz.
Ana.
Gracias Ana, por compartir tu experiencia
Nadie lo entiende si no lo ha pasado…
Lo peor, no es que no lo entienda…, si no que piensan que es una tontería!!
Y nada más lejos de la realidad!!
Mejoras un paso addlante… y acto seguido, das 3 atrás…
Te decepcionas y se te quitan las ganas de seguir luchando…
Pero hay que seguir!!, porque se mejora con el tiempo… paso a paso…
Es mi propia experiencia😥
Me gustaLe gusta a 1 persona