Todos los mayores han sido primero niños (pero pocos lo recuerdan).
Antoine de Saint-Exupéry
https://youtu.be/TXDRJvzKg_M
¿Te suena está … digamos, conversación?
Nene, límpiate los dientes
¿Por qué?
Porque es hora de irse a la cama. Ahora vete a limpiarte los dientes.
¿Por qué?
Porque es hora de irse a la cama
¿Por qué?
…
Y así puede continuar eternamente, ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Y qué es lo que termina haciendo un padre o madre agotado? Simplemente estas cuatro palabras que cualquiera hemos oído o dicho.
¡Por qué yo lo digo!
Esta respuesta es efectiva y no parece dañina, pero cuando examinas la razón por la que tu hijo o tu hija te hace tantas preguntas, puede que cambies de idea. Especialmente si quieres que crezca con dos de las cualidades más importantes que se necesitan para desarrollar una mente crítica: la curiosidad y la habilidad para resolver problemas.
Que los niños y niñas pregunten forma parte de su crecimiento, cerebral. De la evolución desde un cerebro infantil a uno adulto. Buscan información continuamente para crear un mecanismo eficiente de desarrollo cognitivo. Este proceso cambia su estado de conocimiento de forma que les permite aprender a resolver productivamente un determinado problema.
La comprensible respuesta -producto del agotamiento-, de “porque yo lo digo”, puede conseguir que dejen de hacer preguntas y, en consecuencia, desalentemos esta importante parte de su desarrollo cognitivo. También su curiosidad, otra parte esencial para el pensamiento autónomo, puede ir apagándose.
Si paramos los porqués de nuestros niños o niñas, con la consabida, trasnochada pero efectiva, respuesta de cuatro palabras, su profundidad de curiosidad solo alcanzará dos niveles de profundidad. El desarrollo de una persona capaz de pensar por sí misma, resiliente, persistente e inaccesible a la dependencia emocional, exige muchos más niveles de profundidad. Son necesarios para la resolución de problemas, afrontamiento de retos y promoción de la innovación. Respondiendo con “porque yo lo digo”, estamos consiguiendo, que dejen de preguntarnos. Además de estar desactivándonos como una fuente de información fiable e interesante.
No podemos esperar que nuestros niños y niñas desarrollen totalmente sus capacidades si coartamos su curiosidad. Y su mejor herramienta para hacerlo es el consabido ¿Por qué?
De hecho hay una mejor forma, comprobada por la evidencia científica, para responder a sus repetitivas preguntas. Una que, además, les ayuda a consolidar sus conocimientos.
La próxima vez que le digamos: “Nena, lávate los dientes”
Y nos responda con el famoso ¿Por qué?, contestemos diciéndole “Ahh, dímelo tú”