Gobernar es el arte de crear problemas con cuya solución mantiene a la población en vilo.
Ezra Pound

Últimamente, me sorprende ver como personas de relevancia, generalmente en la política y otros ámbitos públicos, parecen haber hecho hecho un curso acelerado de psicología. Esto, que podría ser algo maravilloso, un enorme avance en la forma de abordar el servicio y la comunicación pública, sin embargo, presenta una grave deficiencia.

El programa de este hipotético curso incluye exclusivamente psicología de la manipulación. Un temario acelerado de como decir o hacer lo que nos venga en gana, sin incluir empatía, solidaridad o cualquier otra sensibilidad social. Se incluyen, eso si, un exhaustivo repaso a diferentes sesgos psicológicos que consiguen desviar la atención sobre nuestros actos, centrándolos en la persona que los pone en evidencia.

Así nos encontramos a quienes, ostentando una cargo público, insulta a toda una franja de edad, y pretende que sus afirmaciones se consideren como fuera de contexto. Por si esto no fuera suficiente, esta persona no se disculpa o deja su cargo. Al contrario, vemos como se intentan enmarcar sus palabras en un «lapsus», que en psicología básica se consideran una expresión inadecuada de algo que realmente sentimos.

Algo similar ocurre cuando a alguien se le recuerdan sus comentarios xenófobos o despectivos a una parte de la población a la que aspira a representar. En este caso nos encontramos como la respuesta alude a las disculpas pedidas por ello. Y, en una suerte, de vuelta de tuerca que sería de risa, si no fuera patética, se destaca la capacidad de dicho responsable político para rectificar.

Lo que ocurre es que -y esto es psicología básica-, se está jugando con algo que no es fácil manejar: la confianza. No resulta sencillo que, si hemos sido traicionados, insultados, o vejados, perdonemos y establezcamos el nivel de confianza en la línea de salida de nuevo.

Por esto dejo aquí una lección sencilla de psicología para estas ocasiones. Se puede pedir perdón, pero hay que acompañarlo con un gesto -en este caso una renuncia al cargo que se ostente-. Esto si funciona. Después de un tiempo, el público recordará este gesto. Y ahí, es posible que se recupere parte de la confianza perdida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *