Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa.
Enrique Jardiel Poncela
De un tiempo a esta parte, todos parecen haberla perdido. Estamos a poco tiempo de la celebración de una cita electoral en España, y el registro de apariciones con las que nos están obsequiando nuestros políticos y políticas, parece estar compitiendo por el premio al más atrevido. O más ridículo.
Es cierto que, a la mayoría de quienes vamos a votar, esta ceremonia de la confusión, nos da igual. Pero sigue ocurriendo. Y entonces ¿por qué siguen empeñados en hacernos ver que son personas “normales”?. Especialmente, teniendo en cuenta que sus apariciones, tienen poco que ver con la normalidad.
Desde una burda utilización de la psicología de la mala, este supuesto acercamiento a los ciudadanos, aunque sea a través del baile, la aparición en shows o la invasión continúa de nuestras pantallas o espacios comunes (mercados, colegios, hospitales, etc…), cree contribuir a la normalización de la imagen del candidato en cuestión.
Pero no es así. Ni de lejos. Puede que a algunas personas estas demostraciones forzadas de una normalidad inexistente, les haga acercarse a votar por una u otra persona, pero a la mayoría no es así.
A la mayoría de nosotros, nos hace sentir un fenómeno similar a la disonancia cognitiva. Es decir, al no esperar determinadas actitudes de nuestros candidatos, las vivimos como una burla.
Como un engaño. Que además de hacernos sentir incómodos, puede llegar a conseguir que cambiemos nuestro sentido del voto.
Por esto, y ya lo hemos comentado cuando hablamos de coherencia, mejor transmitamos una imagen ajustada a la que es nuestro registro habitual. Si no nos arriesgamos a que quien nos apoya ahora, cambie su voto, al sentirse engañado. Y puede que el balance total de quienes acercamos a nuestro baile sea mucho más negativo que el de las personas que alejamos con nuestra “normalización”.