Alcanzarás buena reputación esforzándote en ser lo que quieres parecer.
Sócrates
Es probable que hayan escuchado, en bastantes ocasiones, que no debemos preocuparnos de lo que los demás piensen de nosotros. Es uno de los mantras preferidos de la ola de pensamiento positivo que nos ha invadido en los años de dificultades económicas. Pero no tiene sentido alguno. Lo que las otras personas piensen de nosotros es importante, por supuesto. Es nuestra reputación y, en muchas ocasiones, va a condicionar nuestra vida, en muchos ámbitos.
La bienintencionada frase de no prestar atención a lo que otras personas digan solo tiene validez si estas personas no son importantes para nosotros. Y aún así, puede resultar complicado que no nos afecte lo que opinen. Somos seres sociales y, desde muy pequeños, se nos ha enseñado a buscar aprobación. Esto no es algo malo. Aprendemos así. A caminar, a hablar, a relacionarnos … Mientras sea sano y no sea la única fuente de información que tengamos de nosotros mismos.
Porque ese es el siguiente y saludable paso que debemos ir aprendiendo. A conocernos, a apreciarnos y a saber qué nos gusta y que no de nosotros mismos. Conseguirlo es el trabajo de toda una vida. Y en él, las personas que nos importan forman una parte esencial. Son quienes nos van a decir francamente aquello que creen que debemos mejorar o cambiar. Y lo van a hacer desde el afecto y el amor que nos tienen. Qué, además, no va a modificarse si no hacemos lo que nos sugieren.
Por esto es importante que entendamos que nuestra reputación la creamos nosotros. Sólo siendo las personas que queremos ser, apreciándonos, aceptándonos y valorándonos. Pero también exigiéndonos, retándonos e intentando ser mejores cada día, conseguiremos que la distancia entre lo que otros (los que nos importan) piensan de nosotros, y lo que pensamos de nosotros mismos, se acorte.
Pero, como les comentaba más arriba, no tengan prisa ¡tiene una vida para conseguirlo!