Quien no se resuelve a cultivar el hábito de pensar, se pierde el mayor placer de la vida.
Thomas A. Edison
Les tengo que confesar que tengo un hábito complicado. Me da por pensar. Lo hago todo el tiempo. Cuestiono lo que leo, lo que oido, lo que veo … No me creo lo que me intentan hacer ver si no está basado o fuertemente apoyado en la evidencia.
Así, a veces, me veo siendo tildado de un bando o de otro por, aparentemente, estar de acuerdo o no, con lo alguien en un momento determinado puede compartir. Pero no lo puedo evitar. Quizás me viene del pleno convencimiento de que las personas no son coherentes, que cambian continuamente. Afortunadamente.
Es por ello que hoy este espacio resulta tan personal. Va dedicado a quien no entiende que pueda estas apoyando algo en particular que propone una determinada opción política y, al mismo tiempo estar totalmente en desacuerdo con la gran mayoría de su discurso. No lo puedo evitar. No soy un gran fan del argumentario, ni del seguimiento ciego de los postulados de un partido u otro.
Se que esto puede resultar presuntuoso, pero creo que mi forma de plantearme el mundo es la que se mueve continuamente entre el observador y el participante. Me es imposible decidir sin haber meditado antes.
No quiere decir que no crea en la buena intención de quienes tratan de convencerme de que el lo mejor para mi, para mi familia, para el país, o para el planeta. Pero yo necesito pensarlo antes. Y ya entonces decidiré si lo acepto, lo comparto, lo defiendo o lo combato. Será entonces, desde mi opción personal, cuando miraré a mi lado y descubriré quienes piensan como yo. Al menos en ese momento.