Una persona no puede estar cómoda sin su propia aprobación.
Mark Twain
La autoestima esta de moda. Su mejora ha sido un contenido popular de autoayuda durante años, consiguiendo que muchas personas todavía asocien la felicidad, el bienestar y el éxito con una alta autoestima. Sin embargo, no parece estar tan claro.
En pocas palabras, la autoestima se refiere a cuánto nos gustamos a nosotros mismos. Es un término usado para describir cómo nos percibimos a nosotros mismos, que opinión nos merecemos. Esto querría decir que las personas con alta autoestima se apreciarán más aquellas con baja autoestima. No es del todo sorprendente, entonces, que la alta autoestima se considere una importante indicador de bienestar mental. Si nos evaluamos positivamente, es probable que pensemos, nos sintamos y nos comportemos de una manera más feliz y saludable de lo que lo haríamos si nos evaluáramos negativamente.
Los beneficios psicológicos de la alta autoestima han tenido mucho eco en la investigación académica y también en la prensa convencional. Han sido muchas las escuelas que han adoptado programas dirigidos a aumentarla. Pero elevar la autoestima es increíblemente difícil. Es una característica bastante estable y muy complicada de cambiar.
Son varios los investigadores que plantean que estas intervenciones específicas pueden tener, icluso, efectos dañinos. El aumento de la autoestima a través de elogios o afirmaciones indiscriminadas, puede conseguir que capacidades tan importantes como el esfuerzo, la perseverancia o la capacidad de afrontar la frustración, queden tocadas. El fomento de la autoestima que, en muchos casos, se lleva a cabo por personal no cualificado y con programas estandarizados que no facilitan la especificidad necesaria para hacerlo.
Además de esto, la promoción de una alta autoestima también se ha asociado con el narcisismo o la superioridad, la intimidación, los prejuicios y una visión poco realista de nosotros mismos. Cuando nos comparamos y nos evaluamos respecto de los demás, también puede llevarnos a menospreciarles, para sentirnos mejor con nosotros mismos
Comúnmente se ha pensado que las personas con baja autoestima son más vulnerables. Pero paradójicamente, las personas con alta autoestima inducida, también se encuentran en una posición similar. Cualquier error lo pueden vivir como un golpe tremendo. La clave parece estar menos en programas masivos de fomento de la autoestima y más en otro tipo de intervenciones que estén orientados al autoconocimiento.
Solo así, sabiendo quienes somos, seremos capaces de definir nuestra propia estima y, en qué grado podemos o queremos cambiarla.