La sabiduría, es el arte de aceptar aquello que no puede ser cambiado, de cambiar aquello que puede ser cambiado y sobre todo, de conocer la diferencia.
Marco Aurelio.
La felicidad se construye día a día. Y más allá de una frase bonita con una foto, esta reflexión encierra toda una filosofía de vida, que olvidamos con frecuencia. Porque va mucho más allá de pensar que esta construcción tiene que llegar a algún punto o conseguir algún objetivo trascendental. Podemos perdernos en esta búsqueda y no encontrar jamás lo que estamos buscando. O confundirnos y tratar de encontrar lo que otros tienen o dicen tener. Y ¡ya está! terreno abonado para la infelicidad, insatisfacción y sufrimiento.
No estoy poniendo en duda, el ejemplo, modelo o inspiración, que pueden suponer otras personas en este camino, desde luego que no es así. Significan mucho. Son referencias que pueden ayudarnos a centrarnos o a reconducirnos, como el cartel que nos señala el sendero en medio del monte. Pero hasta ahí. Más allá, esperar que todo esté señalizado, es como irte de excursión sin ver nada nuevo.
Por esto la propia idea de la «búsqueda» de la felicidad es tramposa. Porque sugiere que podemos encontrarla y, terminar el trabajo, para siempre. Reflexionemos ¿Cuantas veces hemos pensado que una vez que consigamos algo, seremos felices? Y, tras un tiempo, ¡ya no es así! Va en nuestra esencia. Somos exploradores, más que buscadores. Nos gusta descubrir, más que llegar. Si somos conscientes de ello, disfrutaremos de cada momento, seremos conscientes de lo que nos hace sentir, íntimamente, y la vida será algo pleno.
Este camino supone perderse, en muchas ocasiones. Y a veces esto es lo mejor que nos puede ocurrir. Porque salimos de lo que esperábamos y nos encontramos con algo nuevo que no podíamos imaginar. Por esto, nuestra tarea no puede ser excesivamente dirigida. Corremos el peligro de quedarnos en planear, en pensar o en imaginar.
Nos pueden repetir hasta la saciedad, que podemos conseguir aquello que nos propongamos. Queda bonito ¿verdad? Hay quien vive repitiéndolo a muchas personas distintas en diferentes lugares. Pero y después ¿qué? El éxtasis tras la conferencia o el libro no se puede quedar ahí. Hay que ponerse a trabajar. Si no, no sirve de nada.
Y para ello hace falta mucho más. Necesitamos un plan que nos ayude a comenzar, aunque a las primeras de cambio, lo modifiquemos. No importa. Se trata de eso precisamente. Para este plan es muy necesario saber en donde estamos y que sentimos. Porque de nada sirve que nos quedemos en nuestros sueños del trabajo ideal o de la relación perfecta, si no trabajamos en disfrutar de lo que tenemos ahora.
Y ahí está la clave. Pensando en que lo mejor está por venir, tenemos dos opciones: vivir en una eterna espera e insatisfacción con lo que tenemos ahora o, por lo contrario, disfrutar con el presente, sabiendo que el futuro depende íntimamente de él. Por esto, el trabajo lo debemos hacer en este momento, con las herramientas de que disponemos. ¿Y esto que significa? Pues que como estemos pensando continuamente que la solución a todos nuestros problemas viene de un cambio de trabajo, pareja o lugar de residencia, vamos muy desorientados. Porque esta forma de pensar a lo único que nos conduce es a la dependencia externa. A pensar que todo lo que pueda hacernos feliz, depende de que cambien las circunstancias o las personas.
Nuestra felicidad depende de nosotros, de lo que nos apasiona, ahora, antes o en el futuro. Compartirla es un regalo más, que la enriquece y aumenta. No lo olvidemos.