Perdonar supone siempre un poco de olvido, un poco de desprecio y un mucho de comodidad
Jacinto Benavente

A pesar de que los humanos somos proclives al perdón, hay determinadas circunstancias que hacen especialmente difícil una reconciliación. E. Horowitz en Psychology Today nos comenta como, paradójicamente, resulta más complejo perdonar a alguien que le ha hecho daño a un amigo que a alguien que nos lo ha hecho a nosotros. Este, podríamos llamar, perdón secundario, surge cuando se trata de perdonar a alguien que ha hecho daño a un tercero. En este caso pensamos que la intención de dañar es mas intencionada y que, el causante es más consciente y responsable del mal que ha hecho. Parece ser que ver las cosas “desde fuera” consigue que tengamos una visión más sesgada y enfaticemos los factores personales sobre los del contexto en toda la situación.

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Nuestra visión personal acerca de la personalidad también puede influir en el perdón. En general, creer que las características personales (v.g. inteligencia, peso, etc.) pueden cambiar y, específicamente creer que la personalidad puede hacerlo ayuda. Sin embargo, cuando se trata de disculpas, creer que la personalidad puede modificarse nos hace menos propensos a perdonar. Las atribuciones que hacemos acerca de las intenciones al producir daño influencia definitivamente el perdón. Cuando creemos que la personalidad no puede cambiar, nos resulta complicado culpar a una persona. Son como son, no pueden evitarlo. Pero cuando creemos que la personalidad es maleable, pensamos que podría haber intentado corregir sus errores, y las percibimos como más responsables de sus acciones.

Estos resultados tienen implicaciones prácticas para cualquiera que quiera recuperar la confianza o ser perdonado. Las disculpas puede que no sean suficientes. Pero tener el convencimiento de que las personas pueden cambiar es un primer paso. Como recoge un estudio publicado en Psychological Science, la capacidad de perdonar es tan importante como el hecho de reconocer que hemos cometido un error y hecho daño alguien.

Es un camino de doble sentido. Debemos creer en la posibilidad de que las personas cambien para poder aceptar sus disculpas. Nada de esto significa que tengamos que perdonar de forma indiscriminada, por supuesto. Pero si nos puede ayudar a entender que nos condiciona para hacerlo.

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