La simplicidad es el logro final. Después de que uno haya jugado con una cantidad grande de notas, es la simplicidad que emerge como una recompensa del arte.
Frédéric Chopin
Es curioso. Siempre que alguien no consigue explicar algo, acude a su complejidad. Y yo, por otro camino. Cada vez más convencido de la simplicidad de las cosas. Pueden incluso llamarlo, verdades universales. La primera, las personas.
Por encima de ellas, no hay nada. Nada. Si lo que hacemos, no es por el bienestar de los seres humanos (y también de los no humanos, ya que estamos), me sobran muchos argumentos. Incluso los más honorables o sagrados. No me valen. Lo siento. Soy consciente que esto puede molestar a alguien. Pero me he propuesto hacerlo simple.
Si fuésemos capaces, como en matemáticas, de reducir al mínimo común múltiplo, las personas serían los números primos. Nada debe quebrarlos. Son el principio sobre el que se construye la civilización. Y así nos ha ido bien. Aunque, a lo largo de la historia, y en la actualidad, los ejemplos de alteración de este orden sean muchos, los de la bondad y generosidad, son muchos más.
Si les sirve, a mi si, empecemos por respirar. ¿No se lo han planteado? Si quieren saber como están, concéntrense en su respiración. Es asombroso como hacerlo nos permite hacer un auto diagnóstico de como nos encontramos, casi instantáneamente. Requiere entrenamiento, claro.
Porque nos hemos ido olvidando de ello. Es decir, seguimos respirando, pero no somos conscientes de ello. Excepto cuando nos cuesta hacerlo, bien sea por falta de forma física o stress mental. Curioso ¿verdad? Y esta es mi propuesta de hoy.
¿Puede haber algo más simple?
¡Ahh! Y desconfíen de quien alude a la complejidad para justificar algo. Es probable que sea mentira.