Bajo el capitalismo el hombre explota al hombre; bajo el comunismo es justo a contrario.
John Kenneth Galbraith

Supongo que es tentador pensar que somos libres. De pensar, de elegir, de votar. Pero no es así. Estamos condicionados por muchas cosas. Además de las evidentes que pueden tener que ver con nuestras condiciones, digamos, objetivas: socioeconómicas, geográficas o de elección, como nuestra religión, existen otras muchas de las que no somos conscientes. Y nos moldean, vaya que sí lo hacen.

La mayoría de ellas tienen que ver con el miedo subyacente al cambio que todas las personas tenemos. Hace ya muchos siglos que dejamos de ser cazadores y optamos por un estilo de vida recolector que, suponíamos, más seguro. Junto con este salto, matamos nuestra ansia de aventuras, de descubrimiento y de exploración. La estabilidad era el objetivo. Cuando menos se mueva nuestro mundo, mejor.

Esto traído a la realidad sociopolítica que nos toca vivir, hace que todo lo que pueda oler a novedad sea sinónimo de peligro y lo que nos prometa volver a supuestos valores tradicionales, resulte tan atractivo. Pero es una quimera.

Basta con que nos toquen una serie de teclas emocionales para que consigan que nos creamos lo más inverosímil. Desde financiar un Estado sin impuestos, hasta creer que es posible separar un país de otro en desacuerdo con la mitad de sus habitantes.

Ahora, en nuestro país, España, nos sumergiremos en una extensa obra de teatro preparada exclusivamente para engañar a la mayor cantidad de personas posibles. Y así conseguir que, tras las elecciones, obtener el poder permita hacer lo que realmente no nos cuentan.

Y lo más penoso de todo este proceso es que somos nosotros mismos quienes lo vamos a facilitar. Por esto, en estas elecciones, el único consejo que les doy es que acudan a los hechos. A la historia y a lo contrastado. A los datos. Es decir a votar con con-ciencia.

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