La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.
Benjamin Franklin
Probablemente una de las mayores cualidades del ser humano pueda ser tener la capacidad de hacer sentir bien a las otras personas. Es algo muy especial y qué, sin duda, puede llegar a convertirse en el objetivo de toda una vida.
La generosidad es la linea maestra que conduce esta loable tarea. Sin ella, es imposible comenzar siquiera, a plantearse esta misión vital. Cultivarla es un trabajo diario, que nos exige capacidad de aceptación, respeto y apertura de mente. En muchas ocasiones no nos va a resultar fácil y nos podremos dejar llevar por nuestros impulsos inmediatos. Aquellos que se tiñen de reactividad y, porque no decirlo, de venganza. Hace falta levantar la mirada, para conseguir ver más allá del posible daño cercano, para poder apreciar la inmensidad de lo que podemos cultivar dejando ir.
Otro peldaño para conseguir la felicidad de otras personas, es hacerles sentir bien con quienes son. Un empeño complicado en un mundo de apariencias que poco prima lo genuino o distinto. Ocurre cuando dejamos de juzgar, cuando apartamos nuestro ego a un lado y observamos con una mirada clara, a las otras personas. Es ahí donde se produce el momento, casi mágico, que consigue que veamos el interior de alguien, viendo el nuestro.
Por último, en nuestra suelta de lastre, están las expectativas, esa terrible costumbre que viene conjugada con deberías y suposiciones. Una barrera que imposibilita que veamos al otro como es, porque ponemos por delante nuestra idea de cómo debería ser. Una tarea también compleja, pero que cuando la conseguimos nos hace sentir enormemente liberados.
Como ven, el camino para cambiar en la mayoría de los casos está más compuesto de dejar que de adquirir. Especialmente porque, en muchos casos, al dejar nos sorprenderemos a nosotros mismos viendo lo que ya tenemos.
¡Les deseo una muy Feliz Navidad!