Estos son mis principios.

Si no le gustan… tengo otros

Groucho Marx

Resulta cuando menos curioso observar el esfuerzo de medios de comunicación, periodistas, políticos y demás, en rebatir con argumentos sólidos, contrastables y basados en la evidencia, cualquier disparate que alguien se le ocurra lanzar a la palestra.

Es un esfuerzo loable, y necesario, sin duda. Debemos contar con unos fundamentos contrastables para poder decir o hacer. Esto es indudable. Pero ahí no nos podemos quedar. Lamentablemente quienes opinan sin fundamento no están sujetos a las mismas reglas con la que podemos estar intentando jugar.

Escuchaba a un juez, hace unos días, justificar que dos magistrados diferentes pudiesen dictar penas diferentes y que la justificación de las mismas sea perfectamente valida. Es lógico. Las leyes no son ciencia. Son acuerdos tomados por personas basadas en sentimientos, creencias, opiniones … en el mejor de los casos para el bien común. Por esto no es extraño que, ante el mismo acto delictivo, jueces diferentes emitan veredictos diferentes, o que en lugares distintos el propio delito tenga una u otra consideración.

Con las opiniones ocurre igual. Se manifiestan, porque todas las personas tenemos el derecho a hacerlo, y encontraremos quienes están a favor y quienes en contra. Quien gane será siempre discutible y nunca estará basado en la evidencia de los datos.

Por esto, y aunque nos pueda parecer incluso injusto, habrá que ir pensando en proponer en lugar de discutir, en actuar en lugar de responder. En definitiva, en dejar de ir a remolque de quienes parecen dominar perfectamente las teclas emocionales que consiguen que las personas estén a su favor.

Esto, no nos equivoquemos, exige un intenso esfuerzo de reflexión propia para desvestirnos de nuestro ego y ser capaces de escuchar para entender más allá del deseo de responder o reaccionar. En definitiva, se trata de aprender a observar, antes de seguir dando nuestros datos y opiniones a nuestro público cautivo y polarizado.

Es un ejercicio de tolerancia y autocontrol intenso, difícil y no al alcance de cualquiera.

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