Las críticas se evitan muy fácilmente si no decimos nada, no hacemos nada y no somos nada.
Aristóteles
Vivimos en un mundo donde la crítica es constante. Siempre habrá alguien haciéndolo. Opinando sobre lo que hacemos, que vestimos, de lo que hablamos o, incluso como somos. Si viviésemos nuestra vida continuamente pendientes de ellas nuestra vida sería un verdadero infierno. Pero a pesar de ello, el impacto de las opiniones de otras personas no es fácil de desactivar.
Quizás aquí sería importante distinguir entre críticas constructivas o negativas. O incluso entre aquellas solicitadas o no. Si le pedimos a alguien su opinión, estamos sujetos a que nos conteste según sus valores o esquemas. Y así debemos aceptarlo. Si no se la pedimos, es simplemente inapropiado que nos la den. Quien lo hace se califica a si mismo.
Pero, yendo más allá de lo que hagan los demás, la desactivación de las críticas o más específicamente, su impacto sobre nosotros, puede conseguirse siguiendo estos sencillos pasos.
En primer lugar siendo conscientes que es nuestra vida y que somos nosotros quienes decidimos quien entra a formar parte de ella. Esta es una decisión temporal y condicionada. Las personas que permitimos entrar en nuestro espacio personal, deben saberlo. No tienen carta blanca para criticar u opinar, por el hecho de estar en nuestro círculo afectivo. ¡Excepto nuestras madres, claro está!
En segundo lugar, debemos tener en cuenta que somos nosotros quienes validamos la crítica al prestarle atención. Cultivar el noble arte de ignorar a quien no nos respeta incrementará notablemente nuestra calidad de vida.
Por último estaría el deshacernos de la necesidad de contentar a todo el mundo. No es posible. Es como si estuviésemos intentando recorrer caminos en diferentes direcciones ¡al mismo tiempo! Terminaríamos mareados y perdidos.
En resumen y como bien dice la canción ¡It´s my life! O traducido “Es mi vida”.