Vengándose, uno se iguala a su enemigo; perdonándolo, se muestra superior a él.
Sir Francis Bacon
El pasado lunes vivimos el desenlace de uno de las situaciones más tristes que se pueden dar en nuestra sociedad. El asesinato de un niño. Esta vez muy cercano, quizás por esto lo sentimos tan profundamente.
Gabriel, de ocho años fue privado de su vida por alguien cercano, la pareja de su padre. Que, para asombro e indignación de quienes hemos estado siguiendo y sintiendo todo este proceso, se presentaba como afectada, al lado de la madre y del padre. Sin pudor.
No es mi intención intentar explicar como se puede llegar a tal vileza. No siento que sea el momento.
Porque lo que me ha conmovido, enormemente, ha sido la actitud de su madre, Patricia, en todo momento. Derramando y compartiendo, junto con el padre del niño, su amor por el pequeño. Haciéndonos sentirlo a nosotros, junto con su serenidad y, tras el fatal desenlace, redoblándolo, pidiendo mesura y tranquilidad, ante las muestras de rabia y odio en las que muchas personas han caído.
Frente a esto, hemos visto a una mujer que no quiere recordar a su hijo con rabia. No quiere asociarlo a la venganza. Que quiere sentirlo con todo el amor que les ha dado. Una lección impresionante. Por lo extraño en un mundo reaccionario y por como nos hace reflexionar.
Por esto quiero dedicar este espacio de psicología de hoy a dar las gracias a Patricia. Por hacernos ver lo mejor de una persona, en el peor de los momentos que puede estar pasando. Su agradecimiento. generosidad y compasión son ejemplares. Por decidir recordar desde el amor incondicional a Gabriel.