El mundo se ha vuelto del revés. Resulta complicado predecir a corto plazo lo que vaya a ocurrir, y nos movemos entre la incertidumbre y la esperanza. El impacto emocional que este tipo de escenarios tiene sobre nosotros, a todos los niveles, afecta directamente a nuestra capacidad de desenvolvernos en el mundo empresarial y laboral. La “agilidad de aprendizaje” es esencial para hacerlo con ciertas garantías de éxito.
Nos movemos en un mundo incierto. Quizás tendría que decir, todavía más incierto de lo que ha sido siempre. En el ámbito empresarial, se define un entorno VUCA como un espacio volátil, incierto, complejo, y ambiguo. ¿Les recuerda a algo?.
De una forma mas o menos habitual, las inversiones y las proyecciones que se hacen sobre la viabilidad de una propuesta de negocio siempre consideran este tipo de realidades o entornos.
Pero ¿qué es lo diferente en la situación actual? Estamos inmersos en una realidad muy distinta a la que estamos acostumbrados. Esto nos lleva inevitablemente a tener que redefinir nuestras prioridades, nuestras supuestas certezas y nuestras expectativas. No se trata de salir de nuestra “zona de confort”. Es adaptarnos, sobrevivir y crecer en otra zona totalmente diferente a la que nos han empujado.
Cuando gestionábamos un entorno VUCA previo a la pandemia, teníamos una cierta capacidad de decisión de que riesgos podíamos asumir, que era más seguro y qué grado de exposición nos podíamos permitir.
Habíamos adquirido una serie de habilidades, destrezas, capacidades,… que nos permitían funcionar adecuadamente en entornos más o menos arriesgados. Esto ha cambiado. En este último año hemos visto como valores seguros, se tambalean, y nos hacen cuestionar si somos capaces de afrontar esta situación con competencia. Más allá de las consideraciones económicas, esta situación está poniéndonos a prueba a nivel personal.
Es en cierta forma lo que ocurre en la conocida película “A propósito de Henry”, en la cual Harrison Ford, que interpreta un exitoso abogado, que recibe un tiro en la cabeza, y tiene que reaprender su vida.
Sin llegar a ser tan trágico, no podemos perder el tiempo pensando en lo que ya habíamos conseguido, en el tiempo invertido en una formación determinada, en un aprendizaje particular … No tenemos tiempo ahora para ello. Se trata de saber qué herramientas tenemos para desenvolvernos en él. Un auto examen humilde, que nos permita ir más allá de la inevitable sensación de pérdida que nos está causando esta pandemia.
Esto se define como “agilidad de aprendizaje”.
Es nuestra capacidad de adaptarnos a las circunstancias, valorando casi al momento los innovaciones que tenemos que introducir para conseguirlo y los riesgos que estamos dispuestos a asumir en el proceso.
Son aquellos individuos que están abiertos al cambio y a las nuevas experiencias, aquellos que se definen como ágiles emocionalmente, que son capaces de Estas personas están abiertas a colaborar o pedir ayuda, sí lo necesitan y a asumir riesgos interpersonales, con otras personas, equipos o empresas, para conseguir un bien común.
Por último está nuestra apertura a el conocimiento. Tenemos que aprender muchas cosas nuevas, y probablemente redefinir, o descartar otras que ya se supone que sabíamos. Saber hacerlo, ágilmente, es una habilidad que implica en muchos casos un enorme grado de humildad.
Para terminar es muy importante que tengamos en cuenta siempre el feedback de lo que estamos haciendo que debe ir acompañado por la reflexión, por ser capaces de ver continuamente dónde estamos, si lo que hacemos se adecua a donde queremos llegar, y así modificar nuestro itinerario o, incluso, nuestros objetivos.
En definitiva podemos quedarnos en el lamento de lo que fue, o podemos pensar en la mejor forma de adaptarnos y aprovechar lo que está siendo.
Publicado en Revista Binter