La opinión de toda una multitud es siempre más creíble que la de una minoría
Miguel de Unamuno
Ésta (la del título), u otra que parece querer conducirnos a una aceptación incondicional de algo que no tiene ningún soporte o evidencia científica, son los argumentos preferidos de quienes defienden la pseudociencia.
El siguiente paso de la estrategia, es reducir los resultados científicos a una opinión. Frente a la cual, está la mía (o la de los otros), que no creemos que las cosas sean así. Y, siguiendo con la escalada de lo absurdo lo constituyen los contraargumentos conspiranoicos que aluden a los intereses económicos o políticos para intentar desmontar un ciclo de testeo científico.
Frente a este modelo de pensamiento poco podemos hacer quienes hemos sido educados en la observación de los más elementales fundamentos de la ciencia. Un modelo de pensamiento crítico que no tiene nada que ver con la fe o con las creencias.
La desesperación que muchas personas podemos experimentar cuando nos vemos sometidos a falacias de este calibre se extiende, desafortunadamente, a nuestra realidad cotidiana. En ella estamos viendo como, frente a estadísticas, números, evidencias, la combinación de las estrategias anteriormente descritas, adquieren una entidad manipulativa que es capaz de mover multitudes y cambiar gobiernos.
Pero, y no se si servirá de algo, tengamos algo claro. Los datos no se rebaten con opiniones. Por muy bien envueltas que vengan, o por muy alto que se expresen o, incluso, por mucha gente que pueda estar de acuerdo, éstos no están sujetos a la creencia. Son simplemente datos. Nos podrán gustar o no. Pero la única forma de demostrar lo contrario sigue siendo el método científico. No las creencias.