Cuando recordamos como éramos hace unos años, nos vemos muy diferentes. Nuestra personalidad y gustos han cambiado con los años. Pero, paradójicamente, cuando imaginamos como seremos en el futuro, esperamos estar más o menos iguales que ahora.
Un grupo de psicólogos ha llevado a cabo una investigación acerca de las percepciones que tenemos sobre nosotros mismos a lo largo del tiempo. Denominan a este fenómeno “el fin de la ilusión histórica” y se refiere a como las personas tendemos a subestimar como cambiaremos en el futuro. En su investigación, con 19000 personas entre 18 y 68 años, comprueban como esta ilusión persiste desde la adolescencia hasta la edad madura.
Este error lo comenzamos a cometer a una edad muy temprana. Un niño de siete años se ríe cuando ve sus videos con cinco años. Este mismo niño le asegurará a sus padres que le comprará a sus hijos todos los dulces que quieran cuando sea mayor o que nunca le dejarán de gustar Los Magos de Weaverly Place.
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La investigación que llevó a cabo D. Gilbert y sus colaboradores, y que recoge el New York Times este mismo mes, revela como esto es algo que hacemos toda la vida. Somos capaces de ver como hemos cambiado a medida que han pasado los años. Pero sin embargo, cuando pensamos en como seremos en el futuro, no creemos que vayamos a muy diferentes, a pesar de que los cambios que experimentaremos superen con creces a aquellos que predecimos.
Esta idea, sin embargo, no es del todo incorrecta. La personas mayores señalan menos cambios que las personas jóvenes, apoyando aquello de que a medida que nos hacemos mayores nuestra personalidad cambia menos. Pero, incluso los participantes de más edad, pensaban que habían cambiado un montón en los últimos años.
“A cualquier edad pensamos que esta será la última vez que nos reiremos de esta forma, y a cualquier edad estaremos equivocados”, señala D. Gilbert, uno de los autores del estudio. ¿Por qué ocurre esto? Una posible explicación es que preferimos sentirnos bien tal como somos y no poner en duda las decisiones que podamos tomar en la actualidad. Resulta muy complejo pensar en todos los cambios de personalidad que ocurrirán en el futuro. Es mas sencillo no hacerlo. Nos agota menos recordar el pasado que imaginar el futuro, requiere menos energía por nuestra parte.
También podría ser una explicación que creamos que estamos en la cima de nuestra evolución personal. La típica frase ¡si hubiese sabido entonces lo que sé ahora!, nos puede dar una sensación de significado y satisfacción en nuestras vidas. Por otro lado, ser conscientes de lo cambiante que son nuestras preferencias y valores nos puede generar ansiedad y llevarnos a dudar que cualquier decisión que tomemos.
Este fenómeno tiene sus inconvenientes. Podemos tomar decisiones en nuestra juventud que condicionen aspectos futuros de nuestra vida, como hacernos un tatuaje, estudiar una determinada carrera o irnos del país.
Otro aspecto curioso que se deriva de esta ilusión atañe a nuestras expectativas financieras. En otro estudio, los autores preguntaron a los participantes lo que estarían dispuestos a pagar por ver a sus grupos musicales favoritos.
Cuando preguntaban por la banda favorita de hace una década, y el dinero que estaban dispuestos a pagar por un concierto de la misma en la actualidad, resultó ser un cincuenta por ciento menos que el que estaban dispuestos a pagar dentro de diez años, por un grupo que les gustaba en la actualidad.
He de reconocer que con este último hallazgo no me siento identificado. Probablemente dentro de diez años estaría dispuesto a pagar más pero ¡por mi grupo preferido de hace veinte! ¿Me estaré haciendo muy mayor?
En fin, que cambiamos, que lo hacemos inevitablemente. Aceptémoslo como parte de nuestra condición y disfrutemos de ello. ¿O acaso hay algo más divertido que vernos como vestíamos o que pelo teníamos hace unos cuantos años?







