Amo vivir. Creo que eso es contagioso. Es algo que no se puede fingir.
Will Smith

¿Qué es contagioso, cuando hablamos de emociones?¿Se “nos pega” el mal o buen humor de los demás?¿Y su tristeza? Lo cierto es que resulta bastante común que nos “solidaricemos” con algunas de las reacciones emocionales más comunes. Es lo que nos dicen las investigaciones más recientes que les presentamos hoy.

La alegría. Pues si, al parecer, las emociones negativas o positivas que se expresan online, son contagiosas. Es lo que concluye uno de los estudios más grandes llevados a cabo sobre los posts de la red social Facebook.

Se examinaron más de un billón de ellos, para determinar su impacto en las respuestas a los mismos. Los resultados mostraron la capacidad de contagio de los textos positivos frente a los negativos. De hecho, cada comentario agradable compartido provocaba casi dos comentarios positivos en respuesta, frente a menos de un comentario, de media, en el caso de lo negativo.

La ansiedad. En este caso, los estudios parecen confirmar el “camino contagioso de ida y vuelta”, de uno de los trastornos psicológicos más comunes. Es lo que recoge un estudio, llevado a cabo en gemelos, desarrollado en el Reino Unido.

La forma en que nos atrapan los pensamientos y conductas ansiosas, parecen ir mucho más allá de la genética. Los padres y madres se las pueden “pasar”a sus hijos, comenta T. Fley, la investigadora principal de este estudio. Ser conscientes de ello, es el primer paso para evitar que se produzca un indeseable círculo vicioso que hacen que la ansiedad se convierta en una forma de pensar en la familia.

Así, cuidar nuestros niveles de estrés y ansiedad, además de beneficioso para nosotros, puede tener un efecto de copia en nuestra familia.

La grosería. Si, y en este caso en el puesto de trabajo. Su efecto contagio puede ser devastador para la salud emocional de quienes trabajan juntos. Es algo casi automático.

Al experimentar actitudes y conductas groseras por parte de las personas que trabajan con nosotros, esperamos que siempre sea así. De esta forma, comenzamos a actuar de la misma forma, como un mecanismo de protección y ¡ya tenemos un sitio insano para trabajar!

La buena noticia es que también funciona en el otro sentido. Un comportamiento y actitud agradable con nuestros compañeros de empresa, ¡también se contagia!

La risa. Quizás este es el más evidente para todos nosotros. Pero, en este caso, el estudio llevado a cabo por S. Scott, descubre que el contagio se produce desde el nivel muscular.

Solo el sonido de la risa hace que nuestros músculos faciales, casi automáticamente, nos hagan ponernos a sonreír.

Riesgos. En este caso, el estudio examinado observa como las personas parecen mostrar una actitud mimética a la hora de tomar riesgos. Si vemos a alguien que lo hace, tenemos la tendencia a pensar que nosotros también podríamos hacerlo. Si, al contrario, vemos a la persona actuar de forma conservadora, es más probable que nos abstengamos de arriesgarnos.

El profesor S. Suzuki, autor de esta investigación, lo aplica al comportamiento contagioso, aventurado o no, que parecen tener los mercados financieros. Sin una explicación aparente.

En conclusión, podemos decir que la importancia del modelo o del ejemplo va mucho más allá de lo que podríamos pensar. Tiene sus raíces en automatismos, que consiguen que aquello que es beneficioso, y desgraciadamente, también lo que no lo es, se contagie. Es por esto que ser conscientes de nuestras emociones y sentimientos, y como afectan a quienes nos rodean, es una importante asignatura pendiente de nuestra educación emocional.

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