El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia.
Henry Ford
Sí la pasada semana hablábamos de la influencia de las emociones en nuestra elección al votar, en esta quería dedicarle nuestro espacio a otro destacado fenómeno que se produce tras unos comicios, como los celebrados en España el pasado fin de semana.
Asistimos, generalmente, a una ceremonia de interpretaciones de los resultados que resulta difícilmente comprensible para cualquiera que intente verlo con un poco de objetividad.
Todos los partidos que se han presentado han ganado las elecciones. Si, lo que están leyendo. No vemos a nadie que diga lo contrario. Asistimos a como, las personas que se han presentado, tratan de hacer las más increíbles interpretaciones para que no se pueda entender, que el resultado que han obtenido no era el que esperaban, el que deseaban o el que habían prometido a quienes le votasen.
A esto desde la psicología, lo denominamos (poca) tolerancia a la frustración que , en este caso, conduce a una distorsión de la realidad, intentando adaptarla a lo que nosotros deseábamos. Además de resultar patético, la exposición pública de esta dificultad para gestionar una derrota o un fracaso, está enviando un mensaje claro al votante: nos encontramos ante personas incapaces de gestionar las dificultades. Y esto, puede poner seriamente en duda su idoneidad para gestionar un país.
Creo -y es un consejo a cualquiera que se quiera dedicar a la política- que deben ser conscientes que siempre es mucho más sencillo explicar honestamente una derrota que tratar de venderla como una victoria. Si lo hacen, es más probable que encuentren personas dispuestas a ayudarles en un futuro. Si se empeñan en distorsionar, hasta la ridiculez, unos resultados malos o pésimos, será muy posible que lo que ocurra es que pierdan su fiabilidad o, que incluso, se llegue a cuestionar su cordura o el respeto a sus votantes.