Cuando decimos que todo tiempo pasado fue mejor,
condenamos el futuro sin conocerlo.
Francisco De Quevedo
Cualquiera tiene un mal día. Incluso un pequeño detalle al levantarnos, como puede ser no tener café en casa, puede fastidiar el resto de la jornada. Levantarse con el pie izquierdo, lo llamamos.
Y, a veces, resulta imposible cambiar el rumbo. No hay forma de conseguirlo. Por más que lo intentamos se apodera de nosotros, y nos acompaña el resto del día.
Y cuando esto ocurre, amplificamos cualquier pequeña frustración o fallo cotidiano. Puede ser que no soportemos el atasco diario para llegar al cole, o la costumbre de nuestro jefe de recordarnos lo que tenemos que hacer durante el día, o que nadie parezca ser consciente de la importancia del proyecto en el que estamos. Levantamos la voz, tenemos una mala cara y cometemos errores inadvertidamente, como enviar correos sin archivo adjunto. Esto no hace sino ir a peor.
Es cierto que ninguno de estos errores, te llevará a perder tu trabajo y que tu familia, amigos o compañeros de trabajo, estarán dispuestos a admitir tus disculpas al día siguiente por ser tan …, quizás nos vendrían bien algunos consejos para cambiar el rumbo de este día tan raro.
Identifica el problema. Puede parecer una tontería, pero este es el tipo de día en que no puedes permitirte no saber porque estás de mal humor. Así que detén tu pensamiento catastrófico y párate a identificar tus emociones. ¿Estás enfadado con alguien?¿Contigo?¿Con la lavadora?.
Puede parecer simple, pero una vez identificas el origen, verás como las cosas comienzan a cambiar. Le has puesto nombre, ya lo conoces. Te ayuda a ver las cosas con más calma y eso facilita mucho el cambio.
[youtube=http://youtu.be/MpkYp-W1bjo]
Cancela la diversión. Cuando tienes un mal día, no es buena idea salir de fiesta. Lo se, tendría que ser todo lo contrario. Pero lo cierto es, que estando de mal humor, puedes tener la tendencia a descargarlo con los amigos o amigas o, lo que puede ser mucho peor, ahogarlo en alcohol. En un mal día, lo mejor es estar tranquilo, salir a caminar o a correr, meditar o cualquier otra actividad que te permita un reencuentro contigo mismo. Créeme, funciona. Recuerda que, en el peor de los casos, un mal día sólo dura 24 horas.
Busca conexión. Cuando estás en “esos días”, tu tendencia a autosabotearte es muy grande. Piensas que no vales para nada y que no vas a salir de esta. Es el momento de llamar a ese amigo o amiga que siempre te hace ver las cosas de otra manera. Que te saca una sonrisa o, simplemente, te empuja fuera de ese “espacio de confort autosaboteador” y te pone las pilas. Vale tanto quien te hace reír, como quien te anima a ir a hacer deporte con él.
A veces no es ni necesario explicar lo que te ocurre. La amistad va de eso. Sentir la conexión con alguien que, en ese momento, te lleva a recordar quien eres.
Ayuda. Un mal día es el mejor para hacerlo. Te distancia de cualquier pensamiento recurrente y te obliga a pensar en otra persona. Puede ser ayudar con tareas que no son de tu responsabilidad en el trabajo, o salir a hacer la compra diaria.
Otra buena idea es colaborar con una ONG, por ejemplo, sirviendo la cena en un comedor social. Es una magnífica forma de redimensionar lo que nos parece inmenso. Es como darnos una cachetada de realidad a nosotros mismos.
Cuídate, pero sin pasarte. En lugar de buscar una solución rápida (comprando esos zapatos que no te puedes permitir, por ejemplo), este es un magnífico momento para averiguar lo que puedes aprender de este día aciago. Parafraseando a Les Luthiers “así hago algo” para cambiar.
Todos hemos oído aquello que tras la tempestad viene la calma. Es nuestra decisión conseguir que esa calma dure y sea provechosa para nuestra existencia.
Wow! Te he leído en el momento justo! Gracias!