Muchas veces es valor el conservar la vida
Lucio Anneo Séneca
Ayer fue el Día Mundial de Prevención del Suicidio. En España cada año se suicidan entre 3.600 y 3.700 personas esto supone 10 muertes al día; 2,5 cada hora. El 75% de quienes lo hacen, son hombres. Son muchas más las que lo intentan, hablado algunos expertos del doble. Estas muertes duplican a las que se producen anualmente por accidentes de tráfico.
A pesar de la prevalencia de esta realidad, seguimos afrontándola como un tabú. Algo de lo que se habla muy poco y, en muchas ocasiones, con ideas preconcebidas o falsos mitos. Nuestra sociedad presenta el suicidio como como una sentencia, una situación permanente que caracteriza a un individuo. La ideación suicida es una señal de que la persona está sufriendo y debe buscar tratamiento.
Hoy desmontaremos algunos de los mitos sobre el suicidio. K. Fuller nos apunta, en un reciente artículo, cinco de ellos, que bien pueden refutar algunas confusiones.
El suicidio solo afecta a personas con un problema de salud mental.
No es así. Muchas personas con enfermedades mentales no se ven afectadas por pensamientos suicidas y no todas las personas que intentan o mueren por suicidio tienen enfermedades mentales. Otro tipo de enfermedades, situaciones estresantes de la vida, pérdida de trabajo o desahucio, o pérdidas familiares, u otro tipo de situaciones críticas también se asocian con pensamientos, intentos o suicidio.
Una vez que una persona es suicida, siempre lo será.
La ideación suicida es a menudo específica de una situación determinada.
El acto de suicidio es un intento de controlar emociones y pensamientos profundos y dolorosos que una persona está experimentando en un momento o época determinada. Una vez que se disipen, también puede hacerlo la ideación suicida. Si bien los pensamientos suicidas pueden regresar, no son permanentes.
La mayoría de los suicidios ocurren de repente sin previo aviso.
Las señales de advertencia, verbales o conductuales, pueden preceden a la mayoría de los suicidios. Es importante aprender a comprenderlas ya que solo las suelen mostrar a las personas más cercanas. Es posible que estas personas no reconozcan lo que está sucediendo, y así es cómo puede parecer que el suicidio fue repentino.
Las personas que mueren por suicidio son egoístas y toman la salida fácil.
Las personas no mueren por suicidio porque no quieren vivir; las personas mueren por suicidio porque quieren poner fin a su sufrimiento. No lo hacen por elección, lo hacen por desesperación.
Hablar sobre el suicidio lo fomentará.
En realidad es todo lo contrario. Existe un estigma generalizado asociado con el suicidio y, como resultado, muchas personas tienen miedo de hablar de ello. Hacerlo no solo reduce el estigma, sino que también permite a las personas buscar ayuda, replantearse sus pensamientos y compartir su historia con otros. En muchas ocasiones, los pensamientos suicidas se alimentan de la vergüenza y de la sensación de incomprensión del que los sufre. Entender que existen y que podemos hablar sobre ello es un paso crucial para conseguir reducir su incidencia.
Y esto es algo que nos toca a todos.