Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión.
Nelson Mandela

¿Cómo podemos hacer que nuestros hijos e hijas estén libres de los estereotipos raciales o de género? Estos condicionamientos comienzan desde el momento que empiezan en la escuela infantil. Consiguen, desde las más tempranas edades, que vean un mundo sesgado, poco equitativo y, en cierta forma, injusto.

A estas edades las niñas ya piensan en los miembros de su género como”muy listas”. Y, unos años más tarde comienza la percepción de su propia raza como distinta de las demás.

Estos estereotipos van mucho más allá de sus creencias a estas edades. Pueden llegar a condicionar sus conductas. Cuando las niñas llegan a los seis años, esta forma de pensar hace que elijan actividades más sencillas, lo que puede contribuir a consolidar las diferencias de género a largo plazo.

Esto es lo que nos dicen las investigaciones dirigidas por la psicóloga M. Rhodes, y publicadas en The Conversation. Pero, ¿por qué se desarrollan estos estereotipos en la infancia?

Aparentemente, es el lenguaje, y más concretamente, características específicas del mismo, uno de los vehículos que facilitan la aparición y la consolidación de estos condicionantes. De género, de raza o de religión. Entrenando a nuestros más pequeños a ver el mundo a través de las lentes de los estereotipos sociales.

Para contrarrestar estos sesgos, como padres y madres podemos intentar evitar frases como “los niños son buenos en matemáticas” o “las niñas no pueden ser líderes”. Creemos que este sería un importante primer paso. Pensamos que, si además lo apoyamos con frases del tipo “las niñas pueden ser lo que quieran”, estaremos comenzando a cambiar las cosas.

Pero, según las investigaciones de este equipo de psicólogas, incluso este tipo de afirmaciones positivas pueden tener consecuencias negativas. Para una mente en desarrollo, como lo decimos, resulta tan importante como las propias palabras.

Las generalizaciones del tipo “las niñas pueden jugar al deporte que quieran” o “los musulmanes comen otro tipo de comida”, les están diciendo que podemos determinar como son algunas personas según su género, raza o religión. De hecho, con este tipo de mensajes, podemos estar reforzando los estereotipos que tratamos de evitar.

Escuchar estas generalizaciones, aunque sean positivas o neutras, están dirigiendo la atención de los niños, y de las niñas, a las diferencias. Digamos que se quedan con la primera parte de la frase “las niñas pueden …” y atenúan lo que viene a continuación. Les podemos estar llevando a clasificar o auto clasificarse, queriendo hacer todo lo contrario.

Entonces ¿como podemos conseguir evitar que se vean afectados por estereotipos? Pues dejando las generalizaciones. Así de sencillo. Decirle a nuestra hija (que es niña), que puede ser aquello que quiera en la vida. Hablando con nuestro hijo como un individuo, no intentando que se sienta parte de un credo, raza o género.

Este modelo de lenguaje específico para hablar con nuestros hijos, en lugar de hablar genéricamente de una religión, lo hace de alguien que el niño conoce en particular. Colocando la religión en un lugar distinto de la frase. “Tu amigo Rashid, que es musulmán, no come cerdo”. Esto lleva la atención a algo conocido. Y lo vive como una curiosidad. No como una etiqueta que los separa.

¿Importan estos pequeños cambios en la forma de enseñarles el mundo a los pequeños? Desde luego que si. No podemos evitar que estén expuestos a generalizaciones racistas o sexistas. Pero si se demuestra que, con estas modificaciones de nuestro lenguaje, su sentido crítico hacia ellas será mayor. No pensará en “los otros” como un grupo amenazante, por ejemplo. Verá a su amigo o amiga en lugar de a las generalizaciones estereotipadas.

 

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