A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.
G.K. Chesterton

Lo que la mayoría de nosotros queremos decir cuando nos quejamos de “no ser nosotros mismos”, es que nos gustaría sentirnos relajados y cómodos, auténticos y libres de expresarnos como creemos ser. Sin ser juzgados por ello.

Pero ser uno mismo no es tan simple como parece. Entre otras cosas porque todos tenemos -o sentimos tener-, varios “yo”. Quien somos en el trabajo, con nuestra pareja, con nuestros amigos, con la familia o con extraños.

Y esto si nos referimos a las circunstancias externas. Porque también tenemos nuestro “yo irritable”, “calmado”, “social”, “cariñoso” … o nuestro “yo egoista” o “generoso”. Muchos ¿verdad?.

Y si lo complicamos más, algunos nos gustan, y otros no. Somos cambiantes y por ahí comienza nuestra reflexión de hoy.

Tener un yo que se adapte a diferentes situaciones es, de hecho, algo altamente deseable. En psicología se denomina el cociente emocional, también conocido como inteligencia social. Tenerla relfeja conocer nuestro propio poder para decidir quienes -y como-, somos en una situación determinada.

Si un amigo trata de hacernos reír con un chiste poco gracioso, podemos optar por decirselo, lo que podría herir sus sentimientos, o ser el amigo generoso que se ríe a pesar de todo. Son dos posibilidades de tu yo. La elección te corresponde a ti. Y de esto trata nuestra identidad.

Lo que realmente es importante es si estamos a gusto con como somos en un determinado momento. Si la forma en que te desenvuelves está ayudandote a conseguir aquello que deseas ser. Independientemente de donde, como o con quien estés.

Este parece ser nuestra mayor preocupación. No es el hecho de la aparente volubilidad de nuestro carácter, sino que estemos satisfechos con ello o no.

Emplear nuestro tiempo y esfuerzo, para negar lo que no somos, es una pérdida de tiempo.

Pero, sin embargo, lo hacemos. Nuestra preocupación por las apariencias, nos atenaza y, lo que es peor, nos separa de nuestra propia identidad.

¿Y esto porque ocurre? Muy sencillo. Al estar pendientes de lo que dicen de nosotros otras personas, es como si tuviésemos que salir de nuestro propio camino pudiendo ser, que no volvamos a encontrarlo. Si empleamos esta energía, que debería estar destinada a conocernos, a profundizar en nosotros, en todo lo contrario, nos distraemos.

Pero ¿Cómo podemos cambiar esta forma de actuar? No es sencillo. Vivimos en una sociedad en que nuestra reputación juega un importante papel. Y cualquier opinión que la pueda afectar, puede llegar a causarnos daño. Pero caer esclavos de este juego, puede resultar aún peor. 
 Puestos a tomar una decisión creo que el punto en el cual empieces a cambiar tu vida y mejorarla, será aquél en que seas libre de lo qué digan o piensen los demás. Cuando estás por encima de eso empiezas a ser mucho más independiente y más feliz, empiezas a hacer lo que realmente siempre has deseado o te gusta. Y es, en ese momento, en que tu reputación depende de tí, y no lo de lo que digan los demás de tí, cuando empezarás a aceptarte y a vivir la vida que tu quieres.

Como ya hemos comentado en alguna otra ocasión, no es fácil hacerlo. Pero resulta imprescindible si queremos construir nuestra propia existencia. Un sencillo ejercicio para conseguirlo es simplemente, parar. Detenerte y pensar ¿quiero hacer esto? Si no es así, si no sientes que tenga nada que ver contigo, simplemente ignóralo. Dedica esas energías de negación a algo más productivo y que te haga sentir más feliz.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *