El cerebro de los necios transforma la filosofía en tontería,
la ciencia en superstición, y el arte en pedantería.
George Bernard Shaw
¿Has tenido alguna vez esa sensación? Tu cerebro parece estar convenciéndote de que hagas cosas que realmente no quieres hacer. Tiene esas cosas. En determinadas ocasiones es como si tuvieses a tu propio saboteador. La única forma de conseguir que no nos engañe es precisamente esta, engañándole nosotros.
Te proponemos algunos trucos, que recoge LifeHacker, y que pueden ayudarte a hacerlo.
1. Mantente saludable
Es sorprendente como solo la mención de dulces o tartas puede hacernos entrar en una suerte de síndrome de abstinencia que nos hace revolver nuestra cocina buscando. Asegúrate de no tener la comida poco saludable en casa o, al menos, que no este accesible. Y si pones una barrera de fruta en el frigorífico por delante de las natillas de chocolate, mejor. Otra forma de no caer en la trampa de nuestro cerebro es asociar algo que nos gusta con algo saludable. Una opción puede ser ir al gimnasio y comernos un plátano por el camino .
2. No acumules (no necesitas tanto)
Llenamos nuestra vida de cosas que realmente no necesitamos. En cierta forma, todos tenemos un cierto nivel de síndrome de Diógenes en nuestra vida. Nuestro cerebro nos convence que tenemos que guardar algo que hemos utilizado en un momento puntual “por si lo necesitamos en el futuro”. Esto ocurre hasta con suscripciones o membresías que no leemos o utilizamos.
Démosle la vuelta. Pensemos que ocurriría si lo perdiésemos. ¿Qué volveríamos a comprar y que no? Si lo hacemos así podremos, al fin, sacar aquellas cosas que no necesitamos de nuestra vida.
3. Haz que el tiempo dure (en lugar de preguntarte donde se fue)
No importa lo productivo que sea tu día, siempre quieres más. Nos faltan horas. Una gran parte de esta sensación se debe a como nuestro cerebro percibe el tiempo. Afortunadamente, le podemos dar la vuelta a esto. Cuanta más información tiene que procesar, mayor es la sensación de aprovechamiento del tiempo. Pues, pongámonos a ello. Aprendamos cosas nuevas, conozcamos gente nueva, visitemos sitios desconocidos o aprendamos nuevas habilidades. Nos sorprenderemos la diferencia que esto supone.
4. Haz lo que tienes que hacer (no te distraigas)
Lo se, es lo que intentas hacer todos los días, pero apenas lo consigues. Nuestro cerebro se está preocupando todo el rato de lo que puede salir mal y, al menor signo de problemas, te sugiere que abandones. ¡Es mejor ni intentarlo! Parece que te intenta cuidar para que no te frustres y desistas de esforzarte.
Pero podemos solucionarlo. Simplemente, hagamos algo inesperado. Puede ser cambiar el lugar de trabajo o la música que escuchamos, cualquier cosa puede valer para distraer a nuestro cerebro de su tendencia a la inactividad. Una buena opción es salir de las microtareas que generalmente componen un proyecto y tratar de verlo en perspectiva. Es como una salir del bosque para poder verlo. Simplemente levantemos nuestra mirada y veamos la magnitud de lo que estamos intentando y porque lo hacemos.
5. Haz amistades (en lugar de enemistades)
Cuando sientes que alguien te ha fastidiado, resulta complicado darle el beneficio de la duda. Parece más sencillo convertirlo en tu enemigo. Puede que, en ocasiones, sea inevitable, pero en otras, no es así. Intentar trabajar con esta persona o simplemente salir a pasear juntos, puede sorprendernos con los resultados. Nuestro cerebro tiende a clasificar a los demás por una sola acción, siguiendo una regla de economía –que no vuelva a ocurrir-, pero lo malo es que esto nos lleva, a veces, a descartar a alguien de nuestra vida por una sola acción, que podemos estar malinterpretando.
6. Fíjate en lo positivo (en lugar de en lo negativo)
¿No te ha ocurrido, alguna vez, que un pequeño contratiempo te arruina todo el día? Otra vez el cerebro nos está jugando una mala pasada. Se centra en lo negativo. Puede llegar a convencerte de que odias algo que, en realidad, te gusta. No dejes que la lluvia te fastidie un magnífico paseo; coge un paraguas o ¡mójate! Obliga a tu cerebro a almacenar lo bueno en lugar de lo malo y recordarás lo que te gustó.
7. ¿Demasiado optimismo? (añade un poco de realismo a tu vida)
La consabida frase de “Si quieres, puedes” es una trampa para muchas personas. Si pensamos que cualquier cosa que nos propongamos, la podemos conseguir, corremos el peligro de saltarnos muchos pasos intermedios. Mejor sustituyamos la misma por “si quieres, y te esfuerzas, tienes más posibilidades de conseguirlo”. Lo se, resulta menos atractiva. Pero está más ajustada a la realidad. Y no nos hará caer en una desesperanza provocada por unas expectativas poco realistas.
8. Ahorra (en lugar de gastar en lo que no necesitas)
Ahorrar es más complicado de lo que parece. Sabemos que deberíamos hacerlo, pero desde que tenemos algo de dinero, lo primero que pensamos es en que gastarlo. Esto ocurre porque nuestra mente olvida rápidamente lo que es no tenerlo.
Además, el bombardeo continuo para que consumamos no ayuda. Está orientado a que sintamos la necesidad de poseer algo que realmente no necesitamos. ¿La solución? Una puede ser enviar parte de nuestros ingresos automáticamente a una cuenta de ahorro. Otra, más en la línea de un blog sobre psicología, es programar aquellos gastos que necesitamos y que los que nos gustaría hacer. Una vez hecho, nos aseguraremos que, cuando podamos hacerlo, emplearemos nuestro dinero en algo que es importante para nosotros.
9. Se (más) feliz
Es algo que deseamos todos ¿a qué si? Sin embargo, nuestro cerebro suele tener otros planes. Cambiemos la forma de enfocar esto y en lugar de “pensar” en ser más felices hagamos las cosas que nos hacen más felices. Sabemos cuales son, simplemente recuérdalas y ponte a ello. Salir a pasear, ir al cine, llevar a tu hija al colegio, cenar con amigos… la lista es tuya. Úsala y verás como todo cambia sin que apenas te des cuenta. Los pequeños cambios pueden ser una gran diferencia.
10. El mundo no gira a tu alrededor ¡de verdad!
No es sorprendente que nuestro cerebro nos fuerce a estar centrados en nosotros mismos. Esto puede ser muy perjudicial. Si piensas, como hemos dicho más arriba, que puedes ser bueno en aquello que te propongas, es muy probable que, a las primeras de cambio, cuando las cosas no salgan como piensas, te hundas. Pensar que los demás conspiran para que a ti no te vaya bien es otra de las trampas del ego que, momentáneamente, te liberan de la ansiedad de sentirte responsable. Pero, a la larga, te ubican, paradójicamente, en una posición de dependencia totalmente opuesta a la que podrías pretender.
Estas que te proponemos (y muchas más) son algunas formas de llevar a nuestro cerebro hacia donde queremos que vaya. ¿Empezamos?
Un artículo explicado sencillamente, pondré algunas propuestas en marcha.
Gracias Flora!!
Que buen Artículo, realmente son de lo mejor. Saludos desde Colombia.
Muchas gracias Manuel!!