La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnífica los buenos.
Gracias a este artificio somos capaces de sobrellevar el pasado
Gabriel García Márquez

Se dice muy a menudo que una persona es la suma de sus memorias. Que es nuestra experiencia la que nos hace lo que somos. Pero a pesar de todo esto, nuestra memoria, es una incomprendida. Decimos tener “mala memoria” o “estar perdiéndola”. Puede ser que no ayude el que comparemos nuestra forma de recordar con los sistemas de almacenamiento mecánicos que usamos a diario. Nada más lejos de la realidad. Nuestra memoria es bastante más compleja que esto. Les propongo revisar hoy, algunos aspectos de esta gran malinterpretada.

La memoria no decae. A todos nos ha pasado alguna vez. Es frustrante no recordar el nombre de alguien o donde aparcamos nuestro coche en el centro comercial. Parece obvio que estamos perdiendo nuestra capacidad de recordar.

Pero según los investigadores, esto no es así. Nuestra memoria tiene una capacidad ilimitada. Todo se almacena en ella pero, si no la entrenamos, se vuelve más difícil acceder a dicho almacén. No es que la estemos perdiendo, es la habilidad para recuperarla lo que parece disminuir.

Pero ¿de qué sirve tener todo almacenado si no lo podemos utilizar?

Olvidar nos ayuda a aprender. Lo se, puede parecer un disparate. Pero imaginen que cuando tratamos de recordar donde está el coche, recordásemos todos los lugares donde lo hemos aparcado en el pasado. Obviamente, esto sería un verdadero engorro. Es por lo que, para ser capaces de recordar lo que nos interesa, en este caso, lo más reciente, nuestro maravilloso cerebro ha inventado este mecanismo que denominamos “olvidar”.

Es como un sistema de descarte en el que apartamos aquello que no es relevante en este momento y para un determinado propósito. Un mecanismo esencial para aprender.

Las memorias “perdidas”, vuelven. Este es otro dato que corrobora como nuestra memoria no decae. Puede volverse menos accesible, pero podemos revivirlas. Todo lo que hemos aprendido alguna vez, no solo montar en bici, está ahí, esperando el momento para ser utilizado. Y vale para muchas más cosas de las que pensamos.

Recordar altera el recuerdo. Aunque parece algo obvio para todos, la idea de que recordar altera nuestra memoria, es intrínsecamente falsa. ¿Cómo podríamos alterar algo que ya sucedió? Pues, al parecer lo que ocurre es que cuando intentamos recordar algo en particular, lo fortalecemos frente al resto de nuestros recuerdos.

No es que estemos cambiando nuestra memoria. Al recordar, estamos “iluminando” una parte de ella. Y esto parece conseguir que tengamos una sensación de estar cambiándola. Curioso ¿verdad? Elegimos lo que recordar. Esto hace que podamos construir nuestro recuerdo como más o menos queramos.

La memoria es inestable. Esto mismo que acabamos de comentar modifica la percepción de que los recuerdos, en general, son estables. Entre otras cosas porque también olvidamos lo que hemos decidido no recordar, aunque esté ahí almacenado.

Esta bajo nuestro control. Lo mejor de nuestra memoria es el hecho de poder controlarla. Pensamos, por ejemplo, que nunca conseguiremos aprender algo que, después de unos pocos ensayos, manejamos con destreza.

Y esto se aplica en general a la forma en que recordamos. Creemos que el pasado es lo que fue y no puede ser modificado. Pero lo cierto es que somos nosotros quienes decidimos. Cuando recordamos, podemos decidir la forma en que lo hacemos, que partes nos interesan más y cuales no merecen la pena ser rememoradas. Es un proceso consciente que nos puede llevar, de hecho, a modificar nuestras memorias. O, al menos, a decidir que recuerdos queremos tener en nuestra vida presente.

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