Un pueblo que valora sus privilegios por encima de sus principios, perderá ambos.

Dwight Eisenhower

Puede ser difícil de admitir, pero a la mayoría de nosotros, los privilegios sólo nos molestan, cuando sin otras personas quienes disfrutan de ellos.

Si, por el contrario, se nos integra dentro del grupo de los privilegiados, pocos de nosotros va a renunciar a ello.

Y esta es una potente arma de manipulación. Especialmente en un mundo en el que se nos puede engañar fácilmente haciéndonos creer que estamos en una posición mucho mejor de la tienen otras personas.

Una vez hemos entrado en este bucle de pensamiento, resulta complejo salir. Y ver como el sistema maneja nuestros hilos a su antojo. Estamos atrapados.

¿Cómo podemos conseguirlo? La receta no es nueva. Educación. Basada en principios fundamentales de respeto y generosidad. Para esto hemos de entender y saber hacer entender que los privilegios son incompatibles con una visión igualitaria de convivencia entre las personas.

Parte de este trabajo consiste en una consciencia permanente de nuestra posición y de la de otras personas. Algo que nos permita entender y advertir que los privilegios recortan a los demás sus derechos. Es un ejercicio de humildad complejo pero enormemente gratificante. No permitamos, por otro lado, que nos tienten o intenten hacerlo.

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