Si el dinero, la autoridad o el intelecto pudieran comprar los corazones de la gente, las personas más queridas serían los prestamistas, los policías o los profesores de universidad.
Natsume Sōseki
«Si un experto lo dice, debe ser cierto». Esta es la base del principio de autoridad. Un sesgo psicológico más que puede conseguir que desistamos de comprobar la veracidad de afirmaciones o conclusiones, ya que llegan de un supuesto experto.
Como todos los atajos, este principio busca que quien es conocedor fiable de una determinada cuestión, comparta su conocimiento y habilidades con otras personas. Así se produce un ahorro importante de tiempo y recursos y nos ponemos en manos de quien realmente sabe.
Esta sería la parte buena. La que hace avanzar y la que debemos buscar. Un ejemplo sería seguir las indicaciones de los equipos de emergencia en una catástrofe, o las prescripciones de nuestro médico.
Pero no ocurre así siempre. Porque al igual que todos los sesgos psicológicos, este principio es muy fácil de manipular en beneficio de quien quiera hacerlo. Basta con «vestir» a cualquiera de autoridad para conseguirlo. Dándose además la paradoja que, una vez revestido de tal, este individuo podrá opinar «con autoridad», incluso de aquello que no tiene la más remota de las ideas.
La manipulación del principio de autoridad se hace especialmente evidente si lo que queremos es influenciar a grupos de personas o colectivos. De esta forma, vemos como el hecho de que alguien tenga una presencia relevante en medios de comunicación, bien sea un periodista, político o deportista, parece capacitarle para pretender tener una opinión cualificada sobre cualquier tema que se les pueda ocurrir.
Esta distorsión y uso torticero del principio de autoridad logra que muchas personas crean a quienes no están en posición de expresar unos argumentos basados en la evidencia, frente a aquellas otras que si lo están.
Solo con la promoción del pensamiento crítico podremos conseguir que esto no nos afecte. Y, no nos engañemos, también con una cierta desconexión de la información inmediata.
¡Hola!
Estoy totalmente de acuerdo, ¿no crees que muchas veces los psicólogos pecamos de esto también?
Yo intento ser humilde, tanto con la psicología, como con las ideas, como con mis pacientes.
Sé que no podemos evitar que nos transfieran esa autoridad, dado que somos profesionales de la salud, pero, en mi opinión, la contraparte negativa es que se crean a pies juntillas que ir a un psicólogo significa hacer todo lo que éste diga.
Todos somos susceptibles tanto de sufrir este sesgo como el de confirmación y sólo creernos lo que entre dentro de nuestros modelos mentales preconcebidos.
Muy buena reflexión,
¡Un abrazo!
Beatriz.
Totalmente Beatriz.
Uno de nuestros mejores trabajos debería ser concienciarnos de ello.
Creo que la psicología sólo se puede ejercer desde la humildad.
Saludos cordiales!