No acepten lo habitual como cosa natural.
Bertolt Brecht
Muchas de nuestras respuestas ocurren automáticamente sin que casi seamos conscientes de ellas. Este nivel automático de consciencia, o piloto automático como podemos llamarlo, funciona de la misma manera que un ordenador que lleva a cabo sus procesos sin que un operador humano esté al tanto de los muchos miles de cálculos individuales que realiza incluso para una tarea simple.
Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando conducimos. Una proceso complejo que conlleva muchas decisiones en pequeños fragmentos de tiempo lo hacemos, en gran parte de forma automática. Mantener el automóvil en la carretera exige que sea así. Que seamos capaces de frenar, acelerar, cambiar de marcha, anticipar movimientos e, incluso, prever lo que otro conductor pueda hacer, para evitar accidentes, lo hacemos así.
Este proceso que resulta tan útil para conducir y para otras situaciones y que nos permite, literalmente, hacer varias cosas a la vez tiene sus inconvenientes. Uno de ellos viene asociado a la confianza que le fiamos y que puede provocar que no seamos capaces de reaccionar ante algo inesperado y otro, cuando el piloto automático se apropia de partes importantes de nuestra vida y no nos permite que seamos conscientes de ellas.
Se produce, en este segundo caso, un fenómeno de consecución, en el que pensamos que ya hemos logrado lo que deseábamos: estabilidad, la persona querida, los estudios deseados … y dejamos de ser conscientes de lo que tenemos. Al pasarlo al “piloto automático”, no lo valoramos y corremos, de esta forma, el peligro de perderlo.
Por esto es tan importante que, regularmente hagamos un examen mental de todas aquellas personas que queremos y que nos quieren, de la calidad de nuestro trabajo, de como pasamos nuestro tiempo libre. Así, con este chequeo traeremos a la consciencia muchos aspectos de nuestra vida que, si se automatizan, correremos el peligro de perderlos.