El que censura a los demás, indirectamente se alaba a sí mismo.

Thomas Browne 

Criticar aquello que hacen otras personas es una forma habitual -y bastante tramposa-, de intentar expresar lo que nosotros creemos que debe ser. La crítica habitual a la que nos tienen acostumbrados muchos líderes de opinión o políticos se convierte así, en algo vacío que no parece encerrar ninguna propuesta alternativa a lo criticado.

Nos encontramos con opiniones que se centran en aspectos personales de las otras personas, en predicciones sobre lo que esta persona o la otra va a hacer o, simplemente, en argumentos prefabricados basados en multitud de sesgos a los que es muy sencillo acudir, sabiendo que van a movilizar fácilmente las emociones de determinados grupos. Lamentablemente, podemos caer en la ilusión de pensar que quien la hace tiene propuestas, cuando generalmente no es así. En este tipo de estrategia, importa poco lo que nosotros propongamos, no se presenta una alternativa que no sea no hacer lo que están haciendo a quienes criticamos.

Así nos estamos viendo cada vez más distanciados del necesario debate que contraste ideas y nos vemos ante líderes carentes de entidad y, como diría mi madre, de sustancia. 

El liderazgo actual está haciendo un uso continuado de las emociones en su beneficio, agitando el miedo, promoviendo la ira y buscando el establecimiento de un escenario en el que se manipulen aspectos que poco tienen que ver con el bienestar de las personas. Se apela a sentimientos identitarios, como la procedencia, la raza, la religión o la orientación sexual para poder llegar rápidamente al “corazón” de nuestro público objetivo.

Es difícil desmantelar este modelo de comunicación. Es muy efectivo e inmediato y consigue, de forma sencilla, que nos ubiquemos en un lado u otro. A favor o en contra. Buenos o malos. Nosotros y los otros.

Por esto es cada vez más importante que seamos conscientes, individualmente, de nuestra opinión, que no renunciemos a nuestra evaluación sosegada y fundamentada, de las propuestas que nos presentan. En definitiva, al desarrollo de nuestra mente crítica, propia y no manipulada. Es complicado, lo sé. Pero se consigue con el ejercicio continuado de la misma. Todo es práctica. Así desarrollaremos nuestro ojo y oído crítico que nos permitirá tener una visión propia -y qué puede ser compartida- de nuestro mundo. 

Photo by rob walsh on Unsplash

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