Cuando a alguien le diagnostican una enfermedad que le va a llevar a realizar importantes cambios en su vida lo que necesita es tratamiento, no consejos.
Lo sé, puede resultar algo obvio, pero verán que no tanto.En los últimos años hemos visto como muchas personas comparten sus historias de afrontamiento de enfermedades graves, haciéndonos partícipes de su proceso. En muchos casos enseñándonos a entender que es algo que nos puede ocurrir a cualquiera y, en cierto modo, desestigmatizándolo. En otros, mostrándonos como han decidido vivir día a día. Incluso haciéndonos ver lo que nosotros no podríamos.
Pero un proceso de enfermedad exige que las personas sean tratadas médica y psicológicamente. Una vez aseguradas las mejores condiciones, queda en la decisiónde cada persona como quiere afrontarlo.
Dejemos de dar consejos, ánimos o pedirles que “vean el lado positivo”. Esto puede ser tan contraproducente que llegue a hacer sentir culpable a la persona de estar triste, enfadada o, incluso, dolorida.
Alguien que está pasando por unas circunstancias como las que comentamos solo necesita que le preguntemos ¿Qué puedo hacer por ti? Que escuchemos, que acompañemos y que, por encima de todo, no juzguemos como se enfrenta a ello.
No necesita una gafas con cristales rosa