Estamos muy lejos de lo que esperábamos de este año 2020. La pandemia de COVID-19 está teniendo serios efectos sociales y económicos, individual y colectivamente. Esto nos ha provocado, a muchos de nosotros, pena y resignación, que nos lleva a perder la esperanza, ya que no conseguimos ver un camino de salida de esta situación.
Nuestros objetivos -así lo sentimos-, se han hecho trizas y no logramos ver como reconsiderarlos para crear y mantener la esperanza.
¿Por qué es importante la esperanza?
La esperanza nos ofrece una visión positiva del futuro, centrada en lo que es posible, motivándonos a mirar hacia adelante. Aunque, en si, es un estado mental optimista, puede surgir de situaciones angustiosas e incluso trágicas.
Son varias las investigaciones que correlacionan una buena salud mental y física con la esperanza. Por el contrario, quienes tienen bajos niveles de la misma, experimentan un importante deterioro, que puede conducirlos a un proceso depresivo, que conseguirá aumentar, todavía más, la desesperanza. En cierto modo es como la pescadilla que se muerde la cola. La situación nos quita la esperanza, y esa misma falta de esperanza consigue que la situación sea todavía peor.
Es normal que muchos de nosotros estemos sintiéndonos así. No es para menos. Para tener esperanza, es esencial que tengamos una sensación de propósito en nuestras vidas. Particularmente durante una crisis de estas características. Tenerlo, es una importante vacuna para nuestro bienestar mental.
En los últimos meses muchas de las cosas que le podían dar sentido a nuestras vidas, como el trabajo o las conexiones personales, han resultado afectadas. Las medidas de seguridad han significado que lo que esperábamos, se interrumpiese. En muchos casos sin una perspectiva clara de si vamos a poder retomarlo o no.
Estas restricciones han tenido consecuencias incluso más graves para los grupos más vulnerables. Víctimas de violencia de género, personas con dependencia o colectivos en exclusión social, han visto su situación todavía más agravada.
Muchas personas han perdido sus empleos o negocios, con un horizonte bastante poco esperanzador.
Todo esto genera incertidumbre y hace muy difícil tener una actitud constructiva u optimista ante el futuro cercano.
Ajustar nuestros objetivos
Para superar el dolor y la desesperanza, necesitamos modificar nuestros objetivos para conseguir que sean realistas dentro de la «nueva normalidad». Paradójicamente, para recuperar la esperanza, debemos abandonar nuestras expectativas.
Es importante centrarse no solo en el largo plazo, sino en el corto y medio plazo. Si nos centramos demasiado en el futuro, podemos perder de vista lo que se puede lograr e importante para nosotros ahora.
Deberíamos preguntarnos, ¿qué podremos hacer esta semana -o la próxima-, en el escenario actual? En pocas palabras, deberemos aprender a gestionar una situación permanentemente cambiante con más competencia y confianza.
Para ello, es muy conveniente que sigamos una rutina de autoobservación emocional diaria. Algo así como una revisión consciente de lo que si tenemos, de aquello que -en cierta forma-, puede estar bajo control.
Son las cosas que son importantes para nosotros, como la familia, y nuestras personas queridas, además de aquello que podemos salvar en la situación en la que vivimos. Es esencial que, en todo momento, tengamos los pies en la tierra, emocionalmente hablando. Nuestro peor enemigo, y el mayor generador de desesperanza, es la divagación y especulación.
Debemos establecer objetivos diarios, chequeándolo y comprobando su grado de cumplimiento. La mejor forma de combatir la incertidumbre es abrazando aquello que si podemos cambiar y, en cierta forma, predecir. Vivir el presente, una idea que parecía lejana hace unos meses, se ha convertido en una realidad incuestionable ahora.
No nos han entrenado para navegar la incertidumbre. Y una situación como la que vivimos parece la tormenta emocional perfecta para marineros poco experimentados como nosotros. Por esto, es especialmente importante en momentos como los que vivimos, que nos centremos en aprender y reaprender aquello que nos va a permitir surcar este mar imprevisible.
El miedo puede obstaculizar la identificación de caminos para alcanzar nuestras esperanzas. Para alimentar la esperanza, debemos reconocer y abordar nuestros temores. Solo así podremos tener una cierta garantía de éxito en tiempos imprevisibles.
Estimado colega
Siempre he defendido el hecho de vivir el presente, el día de hoy, lo que hacemos en cada momento, pero ahora, incluso, lo defiendo más aún, en tiempos imprevisibles como los que tenemos por delante.
Por eso, no puedo estar más de acuerdo con lo que dices.
Gracias por tus artículos.
Así es Mónica. Un abrazo enorme.