La Navidad es la época del año en que se nos acaba el dinero antes que los amigos
Larry Wilde
De nuevo estamos en en Navidad. Es el tiempo de los excesos. Los momentos que dedicamos a comer mucho más de la cuenta. Y a beber. Pero esto no es de lo que quiero hablarles hoy.
La Navidad es también tiempo de regalos. Especialmente para los más pequeños.A los niños y niñas, los invadimos con un montón de obsequios, que reciben de Papá Noel o de los Reyes Magos. Y digo un montón porque ,quizá lo más característico de los regalos navideños es su desmesura.
Nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros sobrinos, se ven invadidos por infinidad de regalos que llegan todos al mismo tiempo. Muchos de ellos ni siquiera serán abiertos. Y si lo son, serán aparcados a un lado, desde que llegue el siguiente regalo.
La capacidad de procesamiento de nuestros más pequeños se ve absolutamente desbordada. No son capaces de digerir mentalmente lo que está ocurriendo. Podemos llegar, a provocarles un shock que les hace no entender que lo que están recibiendo es lo que alguien que les quiere les ha regalado, con toda su dedicación y posibilidades.
La fantasía de la Navidad no contribuye a que esto pueda entenderse. Si lo vemos fríamente ¿por qué razón reciben más regalos quienes sus familias tienen más posibilidades económicas?¿por qué no todos los niños y niñas, en este tiempo de celebración, no están en la mismas condiciones?
Lo se. Puede ser demagógico mi reflexión de hoy. Sin duda. Pero si hay algo que la psicología sabe hace tiempo es que, desde niños, procesamos a diferentes niveles, más o menos conscientes. Y esto que les planteo, no escapa a un nivel de procesamiento determinado. Y envía un mensaje contrario al que nos gustaría que recibiesen los más pequeños. El de la justificación de la desigualdad, la insolidaridad y la desesperanza.
Se que puede ser tarde ya. Las fechas están aquí. Pero quizás tengamos tiempo de reflexionar sobre aquello que vamos a regalar, valorar que significa para nosotros y para quien lo va a recibir. Y comenzar a escapar de esta absurda competición del número de obsequios que ha recibido mi hijo o mi hija.
¡Muy buena reflexión! 🙂