Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interdependientes.
Erich Fromm
Hace unas semanas compartíamos los resultados de varios estudios que confirmaban la incidencia de la crisis económica en la infancia y en la capacidad para afrontar el estrés en la edad adulta. En esta ocasión les traemos los resultados de un interesante estudio llevado a cabo por la Universidad de Luxemburgo sobre la influencia de la recesión en nuestro envejecimiento.
Los resultados muestran como el efecto de los despidos, trabajar por sueldos miserables o en actividades muy por debajo de nuestra cualificación, nos pasará factura en los años de nuestra vejez. Esta investigación, publicada en The Journal of Epidemiology and Community Health muestra como la recesión económica que sufrimos en nuestra edad joven o madura provocará un notable declive cognitivo más adelante en nuestras vidas.
Estos investigadores analizaron el funcionamiento cognitivo de 12000 personas en once países que formaron parte de la Encuesta sobre Salud, Envejecimiento y Retiro en Europa. Se efectuaron medidas en 2004-2005 y 2006-2007, comparando este funcionamiento con la historia laboral y la fluctuación per cápita de sus países entre 1959 y 2003 (con el fin de medir el número de recesiones que habían sufrido específicamente en las franjas de edad de 25-34, 35-44 y 44-49).
Las puntuaciones cognitivas de los participantes entre 50 y 74 años eran sensiblemente menores si habían experimentado más recesiones en su vida. De hecho, aquellos que no habían vivido ninguna depresión en su cuarentena, superaban claramente a lo que si la habían sufrido. Y además estos resultados mostraban un claro componente de género. Las mujeres que habían vivido tiempos difíciles, mostraban un mayor impacto en su funcionamiento cerebral que los hombres.
Lo que parece evidente, siguiendo este interesante estudio, es que las consecuencias que sufren (en este caso, sufrimos) derivadas de la crisis económica van mucho más allá de las financieras presentes. En el futuro, estaremos afectados por el sufrimiento que estas carencias nos están causando en la actualidad.
Prestar atención preferente al bienestar mental de los ciudadanos debe ser una prioridad de las administraciones públicas. O corremos el riesgo de tener que abordar en el futuro las consecuencias de la indefensión que estamos soportando ahora.