Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible.
Mahatma Gandhi
Ser una buena persona es un loable objetivo al que cualquiera aspiramos. Valorar si lo somos, sin embargo, no es tan sencillo como pueda parecer. Hoy vamos a plantear tres de los indicadores en los que parece haber un consenso importante para determinarlo.
Esfuerzo.
La generosidad es uno de los factores principales que parece determinar nuestra valoración de la bondad. Si alguien lo es, contribuyendo a que otras personas se encuentren bien, la valoramos. Si bien esto es algo obvio, para que la consideremos dentro de la categoría «buena persona», esta generosidad tiene que ser consistente y no ocasional. Además debemos percibir que a la persona serlo, le supone renunciar al menos a algunos de sus privilegios o ventajas.
Riesgo.
Las personas que voluntariamente corren el riesgo de sufrir lesiones o ponen en riesgo su vida, para ayudar a otros, incluidos los cuerpos de seguridad y sanitarios, se encuentran entre las más fáciles de admirar. La aparición del sacrificio es suficiente para desencadenar una respuesta positiva en nosotros, lo que deja claro el papel que juegan nuestras emociones en el juicio moral que hacemos sobre la bondad.
Consistencia.
El tercero de los indicadores -que complementa los anteriores-, tiene que ver con la percepción que tengamos de la persona buena como alguien que lo es siempre. Cualquiera puede ser generoso o arriesgarse en un momento puntual de su vida, bajo determinadas circunstancias, pero no entrara en esta selecta categoría si no la percibimos como alguien cuya primera opción es siempre serlo. Es la consistencia la que determina que lo valoremos como un rasgo definitorio y la consideremos una «buena persona».
Seguro que se les ocurren muchos más indicadores ¿Los comparten con nosotros?