Si hay una facultad de nuestra naturaleza que puede considerarse maravillosa, esa es la memoria.
Jane Austen
En estos últimos años nos hemos cansado de oír (y sufrir) como los responsables políticos apelan al sacrificio que tenemos que hacer todos (y todas) para salir de esta crisis en la cual nos metimos por gastar por encima de nuestras posibilidades.
¡Anda ya! Permitan que me ría a carcajadas. No me sirve. Como ciudadano de este país, podría decir mucho más. Pero me he comprometido a escribir sobre psicología. Y eso intentaré.
Sentido. La situación a la que nos han conducido aquellos que tenían la responsabilidad de hacer las cosas bien no es compatible con lo que están solicitando a los ciudadanos. La premisa es equivocada. Si el ser humano no entiende que lo que está haciendo depende de él, no le ve el sentido. Y sufre. Es un principio básico de la motivación: autonomía, competencia y propósito. Ninguno de ellos se cumple. Y por eso no lo entendemos.
La labor explicativa, la transparencia, los participación en las decisiones, es algo esencial para que el ser humano perciba que algo tiene sentido. Confiar esto a la “lealtad del votante” no cumple este requisito. Por una sencilla razón: se vota cada cuatro años y no tenemos la capacidad, y menos en la actualidad, de percibir la causa-efecto con esa diferencia temporal. Esto lo sabe un alumno de primer año de psicología.
Si no conocemos todos los tramos del camino, y el esfuerzo que nos exigirá cada uno de ellos, por mucho que nos prometan las mejores vistas al final, no iremos. Y si tenemos que ir, como es el caso, nos sentiremos empujados y a disgusto y, a la mínima de cambio, intentaremos abandonar la senda.
Sensibilidad. Esta es, si cabe, más importante que la anterior. Y más fácil de entender. La teoría del Aprendizaje Social de Albert Bandura nos explica muy bien la importancia del ejemplo. Desde pequeños aprendemos imitando. Vemos lo que los demás hacen y luego intentamos reproducirlo a nuestra manera.
Y esto es otra cosa que no se cumple en nuestro país. No hemos visto a ningún responsable sufrir las consecuencias de lo que ha hecho. Lo que es peor. Vemos como los responsables siguen tomando decisiones que nos afectan a todos e intentan convencernos de que es lo mejor. Y además, hacen ostentación de su buena salud intentando que creamos que pronto también nos tocará a nosotros.
No funciona. Lo percibimos como una falta de sensibilidad. O lo que es peor, como un insulto a nuestra inteligencia.