Nuestra mayor gloria no esta en no caer, sino en levantarnos cada vez que caemos.
Confucio 

La resiliencia, según la definición de la Real Academia Española de la Lengua es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, pero en psicología añadimos algo más al concepto de resiliencia: no sólo gracias a ella somos capaces de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas , sino que también podemos salir fortalecidos de ellas.

No es algo con lo que vengamos de fábrica. Se construye, se aprende y se desarrolla. Si queremos ser capaces de manejar los retos de la vida, con mayor competencia, cambiar situaciones potencialmente negativas en positivas, y aprender de ello, este artículo te ayudará a conseguirlo.

Las personas resilientes tienden a ver las dificultades que se les presentan en la vida, como retos, y responden activamente a ellas. Pueden tener miedo, pero no les detiene para afrontarlas, sin culpa o mentalidad de víctima. Un importante paso para conseguirlo es desarrollar una comunicación positiva con nosotros mismos. Salir de los pensamientos automáticos negativos y enfocar nuestra actitud hacia las soluciones

Una parte muy importante en esta construcción de nuestra capacidad de afrontamiento es la conciencia emocional. En ocasiones nos sentimos saturados con nuestros pensamientos o sentimientos. Esto nos hace sentir miedo y nos puede llegar a paralizar. 
Conocernos bien, saber que nos desestabiliza, es una importante habilidad que nos ayuda a saber que cambios hemos de introducir en nuestra vida. Exige trabajo para saber cual es nuestro estilo de enfrentarnos a los retos y modificar lo que sea menester. Llevar una agenda puede ser de gran ayuda. Sin saber como nos hablamos, es difícil saber como nos queremos hablar.

Una tercera estrategia muy valiosa la constituye la consciencia de que es lo que está controlando nuestra vida. En psicología esto se denomina “locus de control”. Si es externo, son los acontecimientos y personas que nos rodean los que están dirigiéndonos. Si, por el contrario, tenemos un locus de control interno, nuestra sensación de que estamos al mando de nuestras vidas, es mucho mayor. Somos nosotros quienes decidimos como reaccionar.

Otro pilar importante de este edificio de la resiliencia, lo constituye el optimismo. Serlo es algo más que mirar el lado brillante de la vida -aunque esto ayude-. Es una forma de ver el mundo en la que maximizamos nuestras fortalezas y minimizamos nuestras debilidades. Miramos mucho más hacia lo que sale bien, y aprendemos de lo que no ha ido como queríamos.

En este camino de retos, nuestros amigos o familia son otra de las claves esenciales para conseguir nuestro objetivo. Una red de apoyo puede ayudarnos a hacerlo más sencillo. Y no es solo que lo faciliten, sin que nos proporcionan alternativas que quizás no nos vengan a nosotros a la cabeza.

Así como hemos comentado la importancia del optimismo, no podemos dejar de destacar la que tiene el sentido del humor. Ser capaz de reírnos ante las adversidades de la vida es una fuente de inmunidad psicológica, no siempre valorada. Consigue que relativicemos los fracasos, los tropiezos, o las circunstancias más complicadas que se nos puedan presentar.

Por último, y puede parecer hasta obvio que esta capacidad de la resiliencia, esté íntimamente ligada a la de no rendirnos. Es la perseverancia en la adversidad la que termina determinándolo. Por mucho que las cosas se tuerzan, ser capaces de levantarnos y seguir es quizás, el indicador más claro ello.

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