Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos.
George Bernard Shaw
Durante años, la interpretación de los sueños ha sido uno de los temas recurrentes de la psicología de salón. En cierta manera, aunque bastante desencaminada, la teoría de que los sueños pueden tener un significado y, especialmente, una utilidad, puede ser cierta.
Todos dormimos, no solo los humanos. Y, en nuestro caso particular, resulta curioso pensar que pasamos alrededor de un tercio de nuestros días inconscientes, aislados de lo que nos rodea. También los científicos llevan años intentando descubrir que es lo que ocurre cuando dormimos y porque lo hacemos.
Uno de estos autores, M. Wilson, estudiaba la actividad cerebral de sus ratones de laboratorio mientras correteaban por un laberinto. Tras un día normal de trabajo, dejo la máquina de registro accidentalmente encendida mientras los ratones dormían.
Curiosamente, la actividad cerebral durante el sueño de los roedores era prácticamente la misma que cuando recorrían el laberinto.
Wilson llevó a cabo una serie de experimentos para ahondar sobre este fenómeno. Como resultado de estos, nos propone una revolucionaria teoría que se ha ido asentando como una interpretación plausible de la experiencia del sueño, en humanos también.
Cuando dormimos y cuando soñamos estamos volviendo a trabajar, consolidando nuestras experiencias del día. De forma específica, consolidamos nuevos recuerdos efectuando nuevas asociaciones con la información que procesamos durante el día.
Nuestro cerebro decide que recordar, que olvidar o desechar. En muchas ocasiones hemos recibido el consejo de dormir bien antes de un acontecimiento importante como, por ejemplo, un examen o una entrevista de trabajo. Si queremos recordar lo que hemos aprendido, lo mejor que podemos hacer es irnos a dormir después de aprender y antes de necesitar recordar lo aprendido.