Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonía, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días.

 Germaine de Staël

Todos tenemos amigos y amigas que nunca se aburren. ¡El mundo es maravilloso!, nos dicen. Y sonríen. Y nosotros nos quedamos con cara de no entender nada, pensando que nuestro amigo tiene pajaritos en la cabeza o, simplemente, no vive en este mundo.

Vivimos rodeados de rutinas, de hábitos. En la mayoría de las ocasiones esto nos hace sentir bien, seguros. Pero en otros momentos nos produce hastío y aburrimiento. Según algunas estimaciones, aproximadamente el 50% de nosotros nos sentimos aburridos en alguna ocasión. Obviamente para los adolescentes este dato queda claramente por debajo de la media. Se aburren mucho más … ¡eso dicen!

¿Cuál es la mejor estrategia que puede proponer la psicología para evitar el aburrimiento?

El aburrimiento no debe ser tomado a la ligera. Existen evidencias que nos muestran los peligros que puede acarrear, especialmente en la población adolescente. Un estudio publicado en el International Journal of Epidemiology concluye que aquellos que informaban estar aburridos frecuentemente tenían más posibilidades de morir jóvenes, comparando con lo que no se aburrían tanto. Estar aburrido puede disparar otros muchos factores de riesgo y hacer aparecer conductas perniciosas como consumo de drogas, o conducción temeraria. Y no solo en adolescentes. El aburrimiento en pilotos de avión o personal militar multiplica los errores que pueden cometer, como recogen diversos estudios. Disminuye el necesario nivel de activación para desarrollar la tarea y puede llegar a provocar fatales consecuencias.

Un equipo de psicólogos de la Universidad de York describen la experiencia del aburrimiento como algo frustrante — por la incapacidad para comprometerse en algo satisfactorio o interesante —, y sin significado — desde un punto de vista existencial —. Sentimos que todo lo que nos rodea es aburrido, tanto las personas como el entorno. 

Un estudio publicado en 2009, nos acerca las estrategias que utilizamos más comúnmente para afrontar el aburrimiento.

1. Replanteamiento. Trabajar mentalmente para incrementar el valor y la importancia de la situación o acitividad que nos aburre.

2. Crítica. Cambiar la situación para disipar el aburrimiento.

3. Evasión. Distraernos con otra actividad.

El estudio concluye que la estrategia más efectiva es replantearnos el aburrimiento, mientras que las otras dos parecen tener menos impacto a largo plazo.

Por supuesto que todos utilizamos estas estrategias y las conocemos. Pero la cuestión importante es reconocer cuando debemos hacerlo. En ocasiones no es sencillo identificar nuestros momentos aburridos. Podemos simplemente dejarnos ir, sin ser conscientes de ello.

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