Has tenido éxito en la vida cuando todo lo que realmente deseas es lo que verdaderamente necesitas»
Vernon Howard
La actual situación económica está convirtiéndonos a todos en expertos en bolsa o en gasto. Vemos a nuestro alrededor como muchas personas han perdido su puesto de trabajo y como muchas empresas cierran o reducen los salarios u horarios de su personal para poder subsistir.
Todo esto esta provocando en los ciudadanos una inmensa desazón que, a la postre, está repercutiendo en la inseguridad económica que padecen y desencadenando un enorme sentimiento de indefensión. Si esto lo unimos la desconfianza sobre los gestores de la economía o sobre los políticos en general, podemos desembocar en una sensación colectiva de inestabilidad no solo económica sino psicológica, que puede alumbrar en problemas individuales relacionados con el stress o la depresión.
Ahora bien, y reconsiderando lo dicho me gustaría que proponer que cada uno de nosotros pensáramos en esta situación de acuerdo a nuestro entorno más cercano. Desde un punto de vista exclusivamente psicológico creo que se ha confundido el concepto de nivel de vida con el de calidad de vida. Mientras que el primero hace mención a componentes e indicadores de tipo exclusivamente económicos, y son analizados por separado en base a la posesión de recursos y bienes de consumo, el concepto de calidad de vida hace hincapié en la satisfacción individual y colectiva de las necesidades (Camarero, 1982).
La calidad de vida está, por tanto, en función de nuestras necesidades y de nuestro nivel de satisfacción a partir de nuestras expectativas individuales, no de las expectativas que dicta el mercado. La situación actual nos lleva a pensar que es lo que necesitamos, en primer lugar, que es lo nos gusta de verdad en segundo y que nos podría hacer ilusión en tercer lugar. De esta forma estaremos determinando nuestra calidad de vida y, a la vez, nuestra capacidad real y casi inmediata, de gasto.
Todo esto no tiene nada que ver con el Producto Interior Bruto o con el IBEX 35, es simplemente lo que nosotros podemos permitirnos. En definitiva es solo aplicar una receta básica de economía domestica a todos los niveles de nuestra vida y decidir que es lo que nos gusta desde nuestro interior y no desde el exterior. Debemos por tanto decidir si nuestra felicidad depende de lo que nosotros sentimos y queremos o de lo que otros nos dicen que debemos sentir y querer.
No es más feliz aquel que más tiene, sino el que menos necesita. Podríamos resumir con esta frase más o menos lo que comentas. Yo prefiero calidad de vida, por supuesto; y si para ello tengo que pasar por encima del nivel de vida, ¿donde hay que firmar?. Y no pensemos en lo que opinen los demás; no seamos sacapanzas, seamos consecuentes con nuestras posibilidades y seamos sobre todo felices con lo que tenemos; no con lo que podríamos tener.
Si Yván, ese sería un perfecto resumen. Una de las claves en las que me muevo tiene que ver con la simplificación de nuestra vida. Es muy difícil adaptarse a menos en estos momentos pero esto es lo que nos esta empujando hacia atrás y no nos deja cambiar.
Palabra interesante, «simplificación». Nos calentamos la cabeza demasiado con aquello que se nos va de las manos (en sentido no positivo). He recibido en un twitt una invitación para el jueves que viene. Por razones puramente geográficas me es imposible asistir, pero si quedara la conferencia expuesta en algún portal…me encantaría saberlo Leo; espero que los acontecimientos me lleven a visitarte en algún momento.
Un saludo. Te sigo y te leo, pero sobre todo…. aprendo.