Es normal, que cuando vayamos a terapia, especialmente por primera vez, nos resulte difícil abrirnos para contar nuestra vida.

Hablar con un extraño o con una extraña, aunque sea un profesional de la psicología, puede resultar difícil, tanto por un cierto nivel de vergüenza, como por la ansiedad o el miedo que habitualmente rodea confrontarnos con verdades dolorosas.

Los profesionales somos conscientes de que esto ocurre. Por eso hoy te voy a señalar cuatro de las cosas que debes evitar en terapia, si quieres avanzar en ella. Podríamos decir que son medias verdades o mentiras, que pueden distorsionar enormemente el nuestro progreso terapéutico.

Todo está bien.

La minimización es una de los formas comunes en la que los pacientes evitan los temas dolorosos, y se apartan de los sentimientos que resultan intolerables. Algunas veces estos mecanismos de afrontamiento se convierten en una verdadera disociación. Un trauma terrible provoca que la persona simplemente lo bloquee, incluso llegando a olvidarlo. 

La clave es ir consolidando nuestra sensación de seguridad en terapia para, gradualmente, y con la ayuda de nuestro psicólogo o psicóloga, ir construyendo nuestra historia de los fragmentos que quedan en nuestra memoria. Solo así vamos a colocar todo en su sitio y avanzar en su superación.

Exageración.

También hay ocasiones en las cuales afrontamos la ansiedad elaborando lo que podríamos llamar una narrativa de distracción. Esto puede llegar a los extremos de construir una exageración evidente de historias pasadas como mecanismo de defensa.

Como los pulpos que sueltan tinta para que no veamos los que hacemos.

En algunos casos las personas se pueden embarcar en mentiras patológicas y exageraciones compulsivas como forma de comunicación con su psicólogo o su psicóloga. Puede ser algo inconsciente, y estar provocado por un miedo intenso de sacar a flote las emociones y el dolor que están conectados a sus traumas. 

A los profesionales esto nos exige un intenso trabajo de desbrozamiento para lograr ver qué es lo que hay detrás de lo que nos están mostrando.

El cuento del lobo.

Consiste en contar versiones -exageradas dramáticamente-, de situaciones reales para provocar en el psicólogo un sentimiento de protección y preocupación que el paciente puede no haber recibido. 

En algunos casos puede ser la expresión de pensamientos peligrosos de daño hacia uno mismo o supuestos problemas médicos sin ninguna evidencia. El paciente puede hacerlo como forma de lograr la empatía y la compasión que no cree merecer.

Es muy importante que la persona aprecie, desde el inicio, nuestro compromiso con su problema. La construcción de un espacio de confianza consigue desactivar estas estrategias.

Uso de medicación o de drogas oculto.

Esta es otra de las medias verdades que no contamos al psicólogo.

Pensamos que el problema que tenemos no tiene nada que ver con qué estemos consumiendo sustancias o o con que tengamos una medicación psicotrópica recetada y en uso.

En una consulta de psicología este tipo de falta de información sobre las características de la persona puede provocar que la terapia llegue incluso a fracasar.

La relación terapéutica es un espacio único que se diseña para explorar las dificultades y las cuestiones dolorosas que pueden haberle ocurrido a la persona y para conseguir superarlas. Es importantísimo que se desarrolle de forma amable, sin juicio, sin castigos, y que la persona que viene a la consulta sienta que quien está frente a él realmente se preocupa y se ocupa de aquello que le cuente.

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