Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.
Albert Einstein
Enfocarnos, en un mundo que va a toda prisa y repleto de distracciones, exige dedicación y constancia. Es un trabajo diario, casi diría que momento a momento. Centrarnos en el presente, en lo que está aconteciendo es una de los componentes esenciales de este trabajo con nosotros mismos. Traernos amablemente a lo que es, en lugar de a lo que debería ser o quisiéramos que fuese. Para ello, es primordial tener compasión y firmeza. Y, por encima de todo ello, evitar los juicios que nos llevan al pasado. Es decir, a lo que debería haber sido.
¿Cómo podemos hacerlo? El foco, al principio, resulta un ejercicio complicado, casi extraño. Tenemos la sensación de no estar haciendo algo que deberíamos, incluso de estar perdiendo nuestro tiempo. Nos hacemos la pregunta de para que me voy a fijar en lo que ocurre en cada momento si, en el fondo, no lo puedo cambiar. Es esta forma de pensar la que nos distrae continuamente de nuestro objetivo de protagonizar nuestra vida. Porque cuando comenzamos a entender que ésta se desarrolla en un espacio maravilloso que oscila en el tiempo actual. En ese tiempo en el podemos decidir como experimentar lo que somos y lo que nos acontece. Podríamos llamarlo “el tiempo mágico”, pequeños momentos en los que podemos comenzar a decidir a que prestarle nuestra atención, ajustando poco a poco, nuestro interés al ahora. En cierta forma, podemos decir que el presente lo podemos vivir, cuando nos damos cuenta que estamos modificando nuestro futuro más inmediato.
Es como si estuviésemos haciendo un sendero y, de repente, nos encontramos que está bloqueado por un desprendimiento. Podemos optar por lamentarnos porque nuestros planes, de futuro, para terminar la caminata, no son posibles, hacerlo porque no haber previsto posibles obstáculos, el pasado, o cambiar nuestro rumbo, hacia otro camino, modificando nuestro plan, y continuando con un nuevo plan.
La vida es igual. Haremos planes y tendremos que cambiarlos, por cualquier razón. La actitud que elijamos tener ante estos cambios en la que determinará nuestro foco. Si nos apegamos a lo que habíamos programado, es muy posible que no podamos prestar la atención debida a lo que los ha cambiado. Y esto, en la mayoría de las ocasiones nos lleva a la frustración y bloqueo. Ambos, ingredientes perfectos de la receta de la infelicidad.